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—¿Como la ley del talión?

—Okay, grosero. ¿Me estás amenazando con quitarme el celular si le escribo al amor de mi vida?

—Te maldije.

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—Ah, hola Sakusa.— Saludó Oikawa, abrió la puerta y dejó pasar al chico.— Escucha, si es por lo de anteayer.

—No, no es por eso. Vine a ver a Atsumu.

—Ah, si quieres puedes esperarlo. No estoy seguro de donde está. Si quieres lo llamo, espera que necesito usar el baño.

—Vale.

Sakusa se sentó en el sillón y sacó su celular para mirar alguna red social mientras Atsumu llegaba. Oikawa abrió la puerta del baño y hubo dos gritos. Oikawa cerró la puerta del baño.

—Lo encontré.

—¿En el baño?— Oikawa asintió incómodamente.

—Se estaba... bañando.

Y ahí fue cuando Atsumu abrió la puerta solo con una toalla alrededor de su cintura, su cabello estaba emparamado y su cara estaba totalmente roja. Ahora, la puerta del baño estaba por la misma pared del sofá, por lo que cuando Atsumu salió, no vio a Sakusa, y por eso probablemente fue que habló.

—No quiero una sola palabra.

—Las personas, normalmente, cierran la puerta con llave cuando van a hacer eso.— Fue la respuesta de Oikawa, se empezó a reír sin parar al ver la cara de confusión de Sakusa.

—¡Pensé que estaba solo en el apartamento! ¡Y no me mires así porque es perfectamente normal, todos lo hacemos!— Oikawa hizo una cara, una mueca, intentó señalar con los ojos, con la boca, con la cabeza, pero Atsumu no pudo cerrar la boca.— ¿O acaso me vas a decir que tú nunca te has masturbado?

Oikawa tuvo que parar un minuto para reírse, luego se agarró el puente de la nariz y por fin señaló a Sakusa, que estaba sonriendo incómodamente.— Por cierto, Sakusa vino a hablar contigo.

Atsumu se volteó, hubo un segundo de silencio en el que la cara se le puso aún más roja que antes, y luego volvió a meterse al baño.

—¿Vas a terminar el trabajo?— Preguntó Oikawa, en respuesta recibió un "AAGH" de parte de Atsumu. El castaño se giró para ver a Sakusa.— Saldrá en un minuto.

—...Gracias.

—Y yo, les voy a dar privacidad, pero primero necesito algo a manera de soborno. Si no me quedaré aquí haciendo mal tercio.— Sakusa buscó en su bolsillo y sacó un billete, se lo dió en la mano y Oikawa lo revisó antes de asentir.— Y Sakusa, no seas un hijo de puta

Al parecer una amistad no siempre tiene que acabar por una pelea.

Ninguno se disculpó, ni se hablaban exactamente como antes, pero estaban en el proceso.

No quería ponerse a pensar en el nivel tan bajo al que había caído para empezar a pedir sobornos por no hacer mal tercio. Y por un billete que no era ni una décima parte de la mesada que le daban antes. Pero tenía deudas que pagar, literalmente.

—Oikawa, hola.— El castaño saludó con la mano y el mayor hizo una seña para que los dos chicos en su cuarto salieran. Nakamura era un estudiante un año mayor, compañero de Kita, amigo de Sato y de Kooji, conocido al rededor de todo el internado por su habilidad para conseguir cualquier cosa. Desde drogas haste notas de ausencia, respuestas de exámenes y prescripciones, por alguna razón solo lo tenía todo.— Asumo que vienes a pagarme.

Apartamento 512Donde viven las historias. Descúbrelo ahora