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Aenerys sonrío al recibir la carta de su abuelo con la aprobación a su petición. Estaba tan emocionada de que sir Harwin fuera su espada juramentada. Corrió a su habitación cuando escucho su voz cerca, llevaba días evitandolo después de lo que había insinuado su dama y él parecía no tener interés en hablar con ella.

—Mi princesa—murmuró la señora Astoria—Han llegado los maestres que pidió desde la ciudadela. Están listos para recibir sus órdenes.

Aenerys negó viendo como el sol se ocultaba.

—Ya es tarde. Dejemos que descansen y mañana hablaré con ellos.

—Como usted lo ordene, su alteza—la mujer se reverencio y salió de su habitación.

Las sospechas de estar en cinta volvieron cuando sus pechos se sintieron pesados e  incómodos en aquel vestido. Estaba realmente ilusionada.

Baelor.

Por supuesto que lo recordaría. ¿Por qué no lo haría? Sus sueños siempre la atormentaban, pero ya estaba acostumbrada a aquello. Se quito aquel vestido y se puso su camisón para entrar a la cama. Se acostó boca abajo golpeando las almohadas para desaparecer su rastro de ahí. Algo estúpido ya que jamás habían compartido aquella cama. No había podido dormir en los últimos días, sus pensamientos la atormentaban y llegó a pensar que la solución sería quemar aquel libro. Leía y leía que seguía sin comprender el por que aquella mujer le dijo aquellas palabras, pero por lo menos ya sabía que era la nieta de Saera Targaryen. Maldijo a la septa al enseñarle años y años de historia, pero jamás le hablo de las historias de los hijos del rey Jaehaerys y la reina Alyssane y en serio le interesaba saber más sobre aquellos trece hijos y el por qué habían muerto uno tras otro haciendo que sus padres sufrieran el dolor de una pérdida. No quiso imaginar todo lo que sufrió su bisabuela estando viva.

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No pudo dormir en toda la noche. Suspiro cuando vio su apariencia en el espejo, parecía muerta y estaba más palida de lo normal. Sus damas entraron a la habitación y se sento en el taburete frente al espejo.

—Lord Cregan llegará hoy—murmuró y sus doncellas asintieron.

Dejo que sus damas la arreglaran e hicieran lo que quisieran con su cabello. Estaba tan cansada que no le importaba como se veía. Solo sentía como la ayudaban y preparaban. Cuando salió de la habitación sonrío al ver a sir Harwin en su puerta.

—Bienvenido a una vida conmigo Sir—murmuró—A veces me gusta escaparme así que no piense que hace mal su trabajo.

El sir sonrío genuinamente, pero rápidamente se reverencio ante ella y se dispuso a seguirla cuando la princesa no dijo nada más. Debía enfrentarlo por lo que aceleró su paso cuando lo vio de espaldas y se acerco a él hasta quedar a su lado.

—Hola esposa—la miró de reojo—Te has tomado en serio eso de no dejar que te toque.

—Y no has hecho nada por cambiarlo—contraataco.

—Tan venenosa como siempre—sonrío.

—Y tú siempre tan idiota.

Estaba harta de que la molestara con sus idioteces por lo que decidió que respondería a cada uno de sus ataques. Respiro profundo cuando vio al hombre del que Ravenna hablaba junto a unos lobos enormes y hermosos.

"THE GAME" 《Jacaerys Velaryon》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora