Satoru un adolescente convertido en dios y Arne alguien cansado de su vida, son transportados a un nuevo mundo llamado Teyvat. Mientras satoru reencarna en un dios, Arne deberá sobrevivir en un mundo de hostilidad, conociendo y volviéndose fuerte ju...
Los días en la Catedral pasaban lentamente para Satoru, quien aún se recuperaba de la intensa batalla contra Stormterror. Su presencia se había convertido en un tema de conversación recurrente, tanto por su heroísmo como por su innegable carisma y atractivo físico.
A pesar de estar confinado a su cama, Satoru no dejaba que la monotonía le afectara; siempre encontraba formas de entretenerse, ya sea a través de conversaciones o coqueteos.
Rosaria, a pesar de su naturaleza fría y distante, seguía visitando a Satoru. Sus intenciones, aunque claras para ella, eran un misterio para los demás. Intentó varias veces, de maneras sutiles y no tan sutiles, asesinarlo, pero cada intento era recibido con una mezcla de astucia y humor por parte de Satoru.
Rosaria: -entrando en la habitación con una mirada fría- Veo que aún estás aquí. No eres fácil de matar, ¿verdad?
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Satoru: -sonriendo, con un tono provocador- Me halaga que sigas intentándolo. ¿Es tu manera de mostrar afecto?
Rosaria fruncía el ceño, pero no podía evitar una leve sonrisa ante la actitud despreocupada de Satoru. A pesar de sus intentos, la química entre ellos era innegable.
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Cada encuentro estaba cargado de tensión, y aunque Rosaria intentaba mantener su objetivo en mente, a menudo se encontraba disfrutando de la compañía de Satoru.
Satoru: -con una sonrisa juguetona- Sabes, Rosaria, si realmente quisieras matarme, deberías dejar de ser tan... tentadora. Es difícil concentrarse en defenderme cuando tengo una vista tan encantadora.
Rosaria: -levantando una ceja, sin poder evitar una sonrisa- Eres insoportable. Pero admito que es... interesante hablar contigo.
Mientras tanto, Barbara se había convertido en una presencia constante y tranquilizadora en la vida de Satoru. Sus cuidados eran meticulosos y atentos, y aunque trataba de mantener una actitud profesional, no podía evitar sonrojarse ante los constantes coqueteos de Satoru.
Barbara: -con una sonrisa tímida mientras le ajusta las almohadas- Satoru, necesitas descansar. No deberías estar bromeando tanto.
Satoru: -con una sonrisa cálida- ¿Quién dijo que era una broma? Eres un ángel, Barbara. Cada día que pasa, me haces sentir mejor.
