Capítulo XV

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Mientras seguían por las calles de Madrid vieron un pub y decidieron que era buen lugar para terminar la noche, ambos estuvieron de acuerdo en entrar, así que sin pensarlo mucho Juanjo entrelazó sus manos y se adentraron en él.

El bullicio del bar de copas era acogedor, con la música lo suficientemente alta como para ambientar el lugar, pero sin llegar a impedir que la conversación fluya entre la gente. Entraron con paso tranquilo, disfrutando de la atmósfera nocturna. El sitio estaba iluminado con luces tenues, lo que daba una sensación de intimidad que ambos apreciaban. Se dirigieron a una mesa apartada, buscando un espacio donde pudieran seguir hablando sin interrupciones.

No tardaron en hacer su pedido. Martin, sin dudarlo, pidió un cubata, mientras que Juanjo optó por una cerveza, un poco más prudente. Cuando el camarero se retiró, Martin lo miró con una sonrisa en los labios.

— Eres un aburrido, ¿lo sabías? — bromeó, apoyando el codo en la mesa y acercándose un poco hacia él.

Juanjo soltó una carcajada suave.

— Alguien tiene que ser responsable esta noche — respondió con una sonrisa. — Y recuerda que yo tengo que conducir de vuelta.

Martin rodó los ojos con dramatismo, pero su sonrisa seguía intacta. Aún así, no pensaba rendirse tan fácilmente.

— Va, Juanjo — dijo, alargando un poco la 'a' para darle un tono juguetón. —Estamos en una cita, por favor, suéltate un poco. No pasa nada si bebes un poco más esta noche. Podemos llamar a Denna o a Bea y dormir en su piso. Ellas no se van a molestar, ¿no?

Juanjo le miró, algo sorprendido por la propuesta, pero la sonrisa de Martin era tan convincente que poco a poco su resistencia comenzó a desmoronarse. Además, la noche estaba siendo perfecta y, después de todo lo que habían pasado, quería disfrutarla plenamente sin pensar en limitaciones. Martin se dio cuenta de que lo estaba convenciendo, así que inclinó un poco más la balanza con un comentario persuasivo.

— Vamos, te prometo que no te arrepentirás — añadió, guiñándole un ojo. — Además, quiero verte relajado, disfrutar sin preocuparte por nada más que por nosotros dos.

Juanjo suspiró, pero esta vez con una sonrisa. Martin sabía cómo manejar la situación. Sacó su móvil y, antes de que el menor pudiera agregar más presión y llamó a Denna.

— Hola, Denna — saludó cuando ella respondió al otro lado — Oye, ¿crees que Martin y yo podríamos pasar la noche en tu piso? No quiero conducir más tarde y ya sabes cómo soy con estas cosas.

Al otro lado de la línea, Denna se rió, claramente sorprendida, pero también complacida.

— ¡Claro que sí! Sabes que siempre tienes un hueco aquí. La habitación sigue tal como la dejaste, así que puedes venir cuando quieras. Te dejo las llaves debajo del felpudo.

Juanjo asintió, agradecido.

— Perfecto, gracias. Luego te aviso cuando vayamos para allá — Colgó el teléfono y miró a Martin, quien tenía una sonrisa satisfecha en el rostro.

— ¿Ves? Sabía que lo conseguiría — dijo Martin, sonriendo de oreja a oreja.

Juanjo soltó una risa y negó con la cabeza, como si no pudiera creer lo fácil que había sido.

—Vale, vale... Tú ganas, siempre consigues lo que quieres. Pero que conste que me debes una por convencerme de esto.

— Te deberé todas las que quieras — respondió Martin, y en ese momento llegaron las bebidas.

Juanjo levantó su cerveza y Martin alzó su cubata, brindando por la noche que aún les quedaba por disfrutar. Cada uno tomó un sorbo de su bebida, relajándose mientras el ambiente del bar les envolvía. La música de fondo, una mezcla de ritmos suaves y animados, creaba la atmósfera perfecta para su conversación, y por un momento ambos se permitieron dejarse llevar.

Amor ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora