Capítulo 10

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Me encontraba conduciendo por la carretera, con una mano aferrada al volante mientras mi mente volaba a mil kilómetros por hora.

Era uno de esos días donde el cielo parecía un lienzo sin fin, con una mezcla de tonos naranjas y rosados, indicando el atardecer. La música de Justin Bieber, Taylor Swift, One Direction y Katy Perry llenaba el auto a todo volumen mientras cantaba.

El día anterior me había reunido con Nate en aquella bonita cafetería. Su compañía había sido sorprendentemente... agradable. No esperaba que fuera así. La verdad, creí que se la pasaría hablando sobre cómo resolvió la más aburrida ecuación de matemáticas, y yo acabaría muriendo del aburrimiento y arrepintiéndome de haberle dado una oportunidad a su amistad.

Pero al mismo tiempo sentía que algo no encajaba. La imagen de Nate, siempre tan perfecto, inteligente, pulcro y refinado, no se asemejaba ni en lo más mínimo a Lucas. Y me preocupaba estar encariñándome tanto su compañía. Porque sabía que algún día Payton querría regresar con él, y entonces ya no me necesitaría.

Suspiré, intentando eliminar aquellos pensamientos de mi cabeza mientras ajustaba el espejo retrovisor. Hoy había hecho un gran trabajo con el maquillaje de mis ojos, aunque la única persona que lo vió fue la vendedora de la tienda de ropa en medio de la nada a la que decidí ir. Tenían un vestido que no encontraba por ningún lado.

¡I like shiny things, but I'd marry you with paper rings! —canté al son de la música. Sin embargo, me callé de repente cuando sentí un tirón en el coche que me hizo fruncir el ceño.

Aquel tirón se convirtió en un traqueteo, y antes de que pudiera reaccionar, el auto comenzó a perder velocidad. Apreté el acelerador, pero no hubo caso. Giré el volante hacia un costado de la carretera y, un momento después, se apagó por completo.

—¡Vamos! ¡¿Tan mal canto?!

Permanecí sentada allí; inmóvil, mientras los aterradores sonidos de la naturaleza volvían a ocupar el silencio que segundos atrás reinaba Taylor Swift. El auto estaba muerto, y yo atrapada en el medio de la nada misma. Genial.

La carretera se encontraba desierta y el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. No me sorprendería si en cualquier momento saliera un mono salvaje y me comiera viva. Después de todo, esa parecía ser suerte en los últimos días.

Golpeé el volante con frustración, como si maltratarlo hiciera que reviviera por arte de magia. Luego, apagué el motor e intenté encenderlo nuevamente, pero no lo hizo. En cambio a eso, se oyó un extraño ruido.

Busqué el teléfono en mi bolso, deseando que no me pasara como en las películas cuando la protagonista queda varada en el medio de la nada y no tiene señal o batería. Para mi suerte, este no era el caso.

Mi primer instinto fue llamar a la grúa, pero tras esperar a que contestaran, informaron que se demorarían al menos dos horas y media. Al parecer no era la única damisela en peligros.

Mi segundo instinto, por alguna razón, fue Lucas. Quizás porque últimamente siempre estaba dispuesto a ayudarme... Aunque si lo pensaba con otra lógica, era la persona más obvia a la que recurriría. Mis padres estaban ocupados y dudaba que les importaran mis problemas, Annie no tenía coche y Nate... Bueno, Nate no era opción. Aún no teníamos la confianza suficiente. Aparte de eso, mi lista de contactos estaba repleta de amigos que únicamente podría considerar "amigos" en bares y discotecas.

Con un suspiro, busqué su contacto y lo marqué. Mientras tanto, continué tarareando la canción que no había podido terminar de cantar, pero que ahora resonaba en mi cabeza una y otra vez.

Mi perfecto novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora