Capítulo 11

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—¡¿En dónde diablos estuviste toda la tarde!?

—¡Pudiste habernos avisado! ¡¿Te piensas que puedes hacer lo que quieras!? ¡¿Eh?!

Los gritos de mis padres resonaban por toda la casa, haciéndome sentir diminuta bajo la mirada dura de mi padre y el ceño fruncido de mi madre, sosteniéndose la frente con una mano. Estaba segura de que no tardaría en decir que mi presencia le causaba dolor de cabeza.

—¡Toda la tarde sin una maldita llamada, Olivia! —gritó mi madre, cargada de enojo.

—¡Oh, como si les importara! ¡No los llamé porque a ustedes jamás se molestan en...!

—¡¿Y ahora tenemos la culpa?! ¡Maldición, Olivia! ¡Nos matamos trabajando por ti, para que gastes nuestro dinero en ropa, en una cama donde dormir, en la comida que consumes...! ¡¿Por qué eres tan desagradecida!? ¡¿Por qué no puedes ser más como Nathaniel, que valora a su familia?!

—Es que mi auto... —quise explicar, pero mi voz sonó más débil de lo que pretendía. Me aclaré la garganta y volví a intentarlo—. Mi auto se averió en el medio de la carretera. Regresé lo antes posible.

—¿Y no pudiste pensar en llamarnos? —espetó mi padre—. ¡¿En qué momento crees que íbamos a enterarnos si algo te pasaba?! ¡Eres una...! —Se detuvo, pero la palabra que no dijo permaneció flotando entre nosotros, pesada y venenosa—. No puedes ser una niña tonta y caprichosa para toda la vida, Olive. Debes madurar en algún momento.

Sentía las lágrimas arder en mis ojos. Mis manos temblaban, como si mi cuerpo advirtiera que estaba a punto de romperme en mil pedazos. Apreté mis puños, intentando mantenerme firme.

—¡Me tratan como si yo tuviera la culpa! —exclamé—. ¡Ustedes no llaman cuando planean quedarse hasta tarde en el trabajo, ni se preocupan por mi! Me regañan como si fueran buenos padres, pero siguen siendo los mismos que obligan al personal a comprar mis obsequios de cumpleaños porque ustedes no pueden recordar el día en que nació su propia hija, ni mis gustos, ni mis prioridades. ¡Y sí! Lamento no ser perfecta, ni ser como Nate, ni querer salir con él. Lo siento en verdad, ¡porqué quizás si fuese distinta ustedes podrían entenderme!

—A tu cuarto. Ahora.

Me di la vuelta sin reprochar y subí las escaleras corriendo. Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, silenciosas y cálidas.

Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé contra ella. Sentía que el corazón me iba a explotar en el pecho, mientras me repetía a mi misma que no importaba lo que ellos dijeran, no me afectaba. No debía.

Me observé al espejo. Mi rostro estaba hinchado y me veía horrible. Limpié mis ojos con la manga del sweater y practiqué una sonrisa.

Era fuerte. Podía con esto.

•••

En cuanto puse un pie en los pasillos del instituto, una mano tomó mi antebrazo y tiró de mi hasta doblar en una esquina donde no frecuentaban demasiados estudiantes. Levanté la vista para encontrarme con el culpable de mi secuestro: Lucas.

—¿Qué pasa, nerd?

Él parecía que iba a decir algo importante, pero cerró la boca de golpe y frunció el ceño antes de decir:

—No me llames nerd.

—Tienes razón, tú eres el chico problemas. ¿Me vas a decir a qué se debe mi secuestro? —pregunté.

—Es que... Payton está ahí afuera.

—Ajá, ¿y...?

—Anoche llamó. Y quiere hablar.

Mi perfecto novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora