Capítulo 16

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Me paré frente a la cama donde se encontraba Lucas recostado, con los brazos flexionados detrás de la cabeza y los ojos cerrados. Posando con mis manos en la cintura y los brazos en forma de jarra como una heroína, carraspeé para que me prestara atención. En respuesta, abrió un solo ojo y sonrió como un niño.

—Te ves adorable —comentó, inspeccionándome de pies a cabeza. Llevaba puesta una remera suya que me había prestado para usar de pijama. Me quedaba corta, a la altura de los muslos. Sus ojos se posaron en ellos y allí permanecieron durante un buen rato, con la ceja alzada— y sexy.

—Tú te ves como una morsa acostado así —respondí divertida, recostándome a su lado.

—Siempre tan tierna tú —ironizó y reí, mientras escondía mi rostro en su pecho y mis brazos se enredaban en su cuerpo como una garrapata. Luke me tomó por la cintura.

—Es mentira, sabes que eres guapo. Pero también sabes que no puedo vivir sin insultarte... Ya sabes, la costumbre —expliqué y sentí su pecho moverse al reír. Sonreí al sentirlo. Sin embargo, mi rostro se transformó al también sentir su mano bajar hasta quedar a la altura de mi trasero y pellizcarlo—. ¡Au!

—Estoy buscando nuevas costumbres, tú sabes... Por el momento, esa fue mi favorita.

—¿Ah, sí? —pregunté de manera provocativa, levantándome para pasar una pierna por su cuerpo y quedar sentada sobre sus piernas, con mis rodillas flexionadas a cada lado de sus caderas—. Creo que yo también quiero probar nuevas costumbres.

Él sonrió como un niño al que le están por dar chocolate. Y cuando creyó que iba a besarlo... comencé a hacerle cosquillas en el cuello. No tuve en cuenta el pequeño detalle de que Lucas tenía tantas cosquillas como buen humor. Entonces, en un abrir y cerrar los ojos, me tomó por los costados de la cadera e hizo que mi espalda golpeara el colchón, quedando él encima.

—¡Oye, eso es trampa! —protesté.

—No es mi culpa que seas una debilucha —inquirió, comenzando a devolverme las cosquillas. Riendo, golpeé y pataleé para todos lados, pero no hubo resultados. El maldito era fuerte.

—¡Ya, ya! ¡Basta!

Lucas se detuvo tras un par de segundos (y una mordida en la mano) y, con un suspiro agotador, volvió a recostarse a mi lado. Nuestros pechos subían y bajaban con rapidez.

Eran eso de las dos de la madrugada y al día siguiente había escuela, pero ninguno de los dos lograba conciliar el sueño. O al menos ninguno iba a hacerlo si continuábamos haciendo payasadas.

Giré un poco la cabeza para observarlo de perfil. Lucas era... perfecto. A su manera, claro. Tenía una curva de su nariz sumamente envidiable, sus labios estaban algo rosados y muy ligeramente curvos, y todo él emanaba paz y tranquilidad. Como un lugar seguro.

No me pude resistir a pasar una mano por su pecho desnudo y acarearlo lentamente. Luego, me acerqué para besar uno de sus hombros. Y luego su barbilla. Y luego sus labios. Sonrió.

—¿Qué crees que haces, Wesley?

—¿Por qué? ¿Te molesta? —murmuré contra sus labios, rozándolos suavemente.

—En lo absoluto —contestó antes de terminar por enredar nuestros labios en un beso.

Bajó una mano a mi muslo y lo apretó mientras movíamos los labios en sincronía, sintiendo nuestros pechos subir y bajar acelerados a la par. En algún punto, colocó su antebrazo a un costado mío y volvió a acabar estando sobre mi.

Una extraordinaria sensación me atravesó el viente al sentir sus manos en mi cuerpo. Deseé fundirme en ese momento, con la punta de su nariz rozando mi piel, con su boca explorando la mía, con su mano colándose entre mis piernas para acariciar suave pero decididamente por encima de mis bragas...

Mi perfecto novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora