Capítulo 19

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Me encontraba caminando por los pasillos cuando una enorme multitud de estudiantes se interpuso en mi camino. Me hice paso entre las personas para ver qué ocurría. Era una pelea.

Y mi chico era el protagonista.

Lucas golpeaba a un sujeto con rabia, mientras el otro intentaba devolvérsela. Al rededor, se oían gritos desesperados por parte de todos.

—¡Lucas! —grité, mientras empujaba para poder pasar adelante e intentar frenarlos. Me detuve por la impresión al ver cómo el otro sujeto lo golpeaba justo en el labio, haciendo que derramara unas gotas de sangre —. ¡Por Dios, Lucas!

Este no parecía prestarle atención a nada. Ni a mí, ni a las personas que se habían juntado a su alrededor.

—¡No vuelvas a acercarte a Payton! —le gritó al sujeto, empujándolo y con el rostro encendido. Volví a detenerme, lentamente e intentando procesar todo lo que estaba ocurriendo.

¿Discutían por Payton?

Una persona pasó por mi lado. Reconocí a Nate, que se acercó y tomó a Lucas por los hombros. Alguien más hizo lo mismo con el otro, intentando frenar la pelea. Asegurándome de que ya nadie se molería a golpes, me volví hacia atrás y me apresuré a llegar a los baños antes de que mis emociones colapsaran.

Me encerré en el cubículo del fondo y bajé la tapa del escusado. Me senté y cerré los ojos, dejando que las primeras lágrimas comenzaran a salir.

Intentaba no hacer un drama, ¡pero estaba harta! Harta de que todos me hicieran menos, de que nadie me eligiera, de que nadie me quisiera.

Nunca era la primera opción y siempre era el pasatiempo de los demás, como si en verdad creyeran que mi corazón era de juguete. Y Payton parecía tener la vida que yo quise tener y no supe aprovechar. Con una mejor amiga tan valiosa como Annie, con una persona que te quisiera tanto y te defendiera como Lucas, con buenas calificaciones, siendo amada aunque no intentase generar eso.

—¿Olive? ¿Eres tú?

Cubrí mi boca con una mano para dejar de hacer ruido con mis dramas. Era la voz de Annie. Sin embargo, no respondí. No estaba de humor en ese momento, y no sabía si venia en son de paz o no.

—Sé que estás ahí. Te veo los Jimmy Choo —añadió.

—¿Qué quieres? —Sorbí mi nariz.

—Bueno, sólo venía a retocar mi maquillaje, pero es difícil concentrarse con tu llanto de fondo.

Me puse de pie y abrí la puerta, lista para darle la cara. Con los brazos cruzados, la observé. Me encontraba más sensible de lo común, y cualquier emoción que sentía, se intensificaba por diez. Como el enojo que me inundaba en ese momento.

—¿Qué quieres ahora, Annie?

—Por Dios, te ves terrible. ¿Quieres corrector?

—No, gracias. A ti te hace más falta.

—¡Mira eso! Ya era hora de que te defendieras y dejaras de hacerte la pobresita —exclamó. Hice caso omiso y, por mi salud mental, comencé a caminar en dirección a la puerta con intenciones de marcharme, pero entonces continuó hablando—. ¿Por qué llorabas ahora? ¡Adivino! Es porque tu noviesito de turno se metió en una pelea por la chica que ama. Aunque... ¿no se peleó por ti, o sí?

—Cierra la boca —espeté, volteando a verla—. ¿Intentas lastimarme? Porque ya lo hiciste cuando creía que eras mi amiga y te apartaste. No es necesario que sigas actuando como una perra.

—No actúo como una perra.

—No, tienes razón. Lo eres.

—¡Por favor, Olive, mírate! Eres patética. ¿En verdad vienes a decirme a mí que soy una perra?

Mi perfecto novioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora