7

163 11 0
                                    

Regalito



-------------------------

Hoy es el cumpleaños de los gemelos de mi amiga Ruth, y ella y su guapo marido, Tony, han organizado un fiestorro infantil por la tarde en su casa. Como ya he  dicho, yo me encargaba de preparar la tarta, y he hecho una de mis maravillas. 

Está mal que lo diga yo, pero la tarta que me he currado de bizcocho, chocolate y nata con cobertura de chocolate blanco me ha quedado de muerte, y más cuando posiciono estratégicamente sobre ella los superhéroes que he comprado.

A las doce de la mañana, suena el timbre de mi puerta. Abro y me encuentro con Daniela.

Vengo a recoger una tarta, ¿la tienes ya?

Asiento. La hago pasar y, cuando entra en el salón, mi Gordincesa se levanta y la abraza como si lo conociera de toda la vida. Mi niña es tan cariñosa... Al sentir sus manitas alrededor de las piernas, Calle se agacha, mi hija le suelta un mua y ella le sonríe y pregunta:

—¿Qué ves, cielo?

La niña señala el televisor y responde en su lengua particular:

Fozen, Anna y la deina Elsa.

Daniela asiente. Estoy convencida de que no ha entendido lo que ha dicho y, al notar su mirada en busca de ayuda, indico:

Antonia es una enamorada, como yo, de la película de Disney Frozen. Le gusta mucho la reina Elsa y su hermana Anna, ¿verdad, cariño?

Mi niña asiente y Calle sonríe. Sigo convencida de que lo que he dicho sigue sonándole a chino y, cuando esta le da un beso en la mejilla a la niña, digo en español:

Corre, cariño, ve y sigue viendo la película.

Antonia obedece, se sienta de nuevo en el sillón burdeos y coge entre sus brazos su peluche de Peppa Pig. Entonces observo que Daniela me mira.

Claro, tú eras española... —señala—. Qué buena idea que le estés enseñando el idioma.

Asiento.

Desde que nació, su padre y yo quedamos en que él le hablaría en inglés y yo en español. En la guardería también le hablan inglés, pero ella me entiende perfectamente. Los niños son como esponjas, y hay que enseñarles desde pequeñitos.

Ella asiente con la cabeza, es evidente que está de acuerdo conmigo. Luego, mirando a su alrededor, comenta:

Qué bonito apartamento.

Eso me hace gracia. Su apartamento y el mío son iguales, por lo que replico:

Si sacaras las cosas de las cajas, seguro que el tuyo sería igual de bonito.

Daniela vuelve a reír. Qué sonrisa tan bonita tiene...

A continuación, suspiro y señalo en dirección a mi cocina abierta:

—¿Qué te parece la tarta?

Al darse la vuelta, parpadea y me mira sorprendida.

—¿Esto lo has hecho tú? —pregunta.

Orgullosa de mi obra, asiento y añado con guasa:

Vaquera, estás ante una de las mejores reposteras de Los Ángeles. Y, venga, ya que me estoy tirando flores, te diré que también cocinera. Es mi trabajo y se me da muy bien.

Fascinada, se acerca a la tarta para admirarla. Me gusta ese detalle por su parte y, tras comentarle más o menos cómo lo he hecho todo, con mucho cuidado la meto en una caja enorme y, cuando ella la coge, digo dándole una bolsa:

Oye, Morena ¿tú que miras? - Adaptación Caché Donde viven las historias. Descúbrelo ahora