28

155 15 0
                                    

Después de una noche en la que me he levantado cientos de veces de mi cama dispuesta a meterme en la de Daniela, cuando amanece y salgo de la habitación en camiseta y pantalón corto, me la encuentro sentada frente a la mesita tomando un café.

Nuestras miradas se encuentran, le sonrío, y ella dice:

Buenos días, morena.

Buenos días, vaquera.

Sin más, entro directamente en el baño, donde me lavo los dientes y me peino.

Cuando salgo, Daniela sigue sentada a la mesa. Sin hablar, me sirvo una taza de café, meto dos rebanadas de pan en la tostadora y, en cuanto lo tengo todo preparado, me siento yo también a desayunar.

El silencio que hay entre las dos es incómodo. Ninguna habla, hasta que suelto:

Muy bien. ¿Qué ocurre ahora?

Daniela clava sus inquietantes ojos en mí y dice:

Tenemos que hablar. ¿Tú no tienes nada que contarme?

Ay..., ay, ¿sabrá lo que le pedí a Arizona? ¿O se habrá enterado de que Madison conoce nuestra realidad?

La miro a la espera de que me dé una pista cuando suelta a bocajarro y sin anestesia:

Cada día que paso a tu lado es un día especial. Me enfadé contigo por lo que me confesaste aunque yo me siento igual que tú, y no busco pareja y creo que tú tampoco, ¿verdad?

Ay, madre..., ¡ay, madre!

¿Y qué digo yo ahora?

Rápidamente, mi mente intenta buscar opciones para responder como hace mi amiga Yanira. Plan A: le digo que en realidad no me gusta tanto. Plan B: le digo que me tiene loca. Plan... Plan... Dios, ¡no me sale ningún plan más!

¡Qué básica soy!

Sus ojos me piden que responda y, finalmente, pero sin mucha efusividad, respondo tras darle un mordisco a mi tostada:

Vamos a ver, reconozco que...

—¿Te atraigo tanto como tú me atraes a mí, sí o no? —me corta.

¡Ostras, qué directa es!

Como una autómata, asiento sabiendo que debería negarlo y, finalmente, digo:

.

Nos miramos. Espero que me dé un besote de esos de enamorados que siempre veo que se dan en las películas ante una revelación así, pero, en cambio, coge una de mis tostadas, le da un mordisco y añade:

Pues entonces tenemos un gran problema.

La miro boquiabierta.

Pero ¿esta de qué va?

¿Se ha propuesto volverme más loca de lo que estoy?

Estoy pensando en soltarle un gran borderío cuando digo:

—¿Quieres que me vaya?

No. Por supuesto que no quiero que te vayas.

Dios..., estoy totalmente bloqueada. No sé qué quiere ni por qué está diciendo todo

eso.

A ver..., a ver... —replico—. No entiendo nada. Te enfadas cuando te digo que me gustas, luego me dices que sientes lo mismo que yo y... Por Dios, ¿puedes explicarme qué quieres?

Daniela me mira. Sin lugar a dudas, esta ha comido setas alucinógenas para desayunar.

Estoy confundida —responde finalmente.

Oye, Morena ¿tú que miras? - Adaptación Caché Donde viven las historias. Descúbrelo ahora