El Peso de la Verdad

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Narrado por Hermione

Las torres del Ministerio se alzaban imponentes ante mí, con sus paredes de piedra que parecían absorber la luz del día. Mientras subía en el ascensor, mi mente recorría una y otra vez las imágenes de la reunión de la Orden, las palabras de Kingsley, las miradas que había intercambiado con los demás. Todo parecía estar lleno de secretos que no terminaban de salir a la luz.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, respiré hondo y salí, caminando por el pasillo hacia la oficina de Kingsley. A medida que me acercaba, sentía cómo la tensión se apoderaba de mis músculos, un nudo de nervios que no podía ignorar. Sabía que Kingsley no me esperaba, y tal vez por eso, el silencio del pasillo parecía más pesado de lo habitual.

Finalmente, llegué a la puerta de su oficina. Las manos me temblaban ligeramente mientras levantaba el puño para llamar. Dudé por un segundo, pero antes de que pudiera retractarme, toqué la puerta con firmeza. Tres golpes. Rápidos, decididos.

Al otro lado, escuché un leve ruido, el sonido de papeles siendo movidos apresuradamente, y luego el chirrido de la silla de Kingsley al levantarse. La puerta se abrió lentamente, y allí estaba él, con una expresión de sorpresa mezclada con un leve cansancio. No había esperado verme.

—Hermione —dijo, su voz más grave de lo que recordaba—. No te esperaba...

—Lo sé, pero necesitaba hablar contigo —respondí, intentando mantener mi voz estable—. Es importante.

Kingsley me observó por un momento, como si estuviera evaluando si debía permitirme entrar o no. Finalmente, se apartó y me hizo un gesto para que pasara.

La oficina estaba en penumbra, apenas iluminada por la tenue luz que se colaba a través de las ventanas. Los papeles estaban apilados desordenadamente sobre su escritorio, y un mapa del mundo mágico estaba desplegado en la pared, con varias marcas y anotaciones que no pude descifrar a primera vista.

Me senté en la silla frente a su escritorio, cruzando las piernas y colocando mis manos sobre mi regazo. Podía sentir el latido acelerado de mi corazón en las yemas de los dedos, pero me obligué a mantener la compostura.

Kingsley cerró la puerta detrás de mí y se dirigió lentamente a su silla, su semblante serio, como si ya supiera que esta conversación no sería fácil.

—Hermione, ¿qué es lo que te preocupa? —preguntó finalmente, su voz suave pero cargada de una gravedad que no podía ignorar.

—Kingsley, necesitamos hablar sobre lo que realmente está ocurriendo —empecé, sintiendo que las palabras se atoraban en mi garganta—. Hay demasiadas cosas que no cuadran, y siento que no nos estás diciendo todo.—

El silencio que siguió a mis palabras fue tan denso que parecía envolvernos. Kingsley se recostó en su silla, su mirada fija en algún punto invisible sobre su escritorio. Podía ver la lucha interna reflejada en sus ojos, como si estuviera sopesando si debía abrirse completamente o seguir ocultando la verdad.

Finalmente, suspiró, un suspiro largo y cansado que pareció llevarse una parte de su resistencia.

—Tienes razón, Hermione —dijo, su voz apenas un susurro—. Hay muchas cosas que no se han dicho, porque la verdad... es más complicada de lo que imaginas.—

Sentí que el nudo en mi estómago se apretaba aún más, pero me obligué a seguir escuchando, a mantenerme en silencio para darle espacio a que continuara.

—Todo esto comenzó después de la caída de Voldemort —empezó, sus palabras lentas, como si cada una de ellas le costara esfuerzo—. Creímos que, con su derrota, el mundo mágico estaría a salvo. Pero sabíamos que había mortífagos que seguían libres, y que algunos, como Dolores Umbridge, nunca habían renunciado a sus ideales.—

No pude evitar un escalofrío al escuchar el nombre de Umbridge. Sus recuerdos aún estaban frescos en mi mente, la crueldad de sus castigos, la manera en que había tratado de sofocar cualquier tipo de resistencia en Hogwarts.

—Umbridge logró escapar de la justicia —continuó Kingsley—. Durante un tiempo, pensamos que había desaparecido, que no volvería a ser una amenaza. Pero nos equivocamos. No solo seguía libre, sino que había estado reuniendo a otros mortífagos, aquellos que habían logrado evitar ser capturados.—

Kingsley se detuvo un momento, y noté cómo su mano temblaba ligeramente mientras tomaba un vaso de agua que había en su escritorio.

—El Ministerio decidió que la mejor manera de manejar la situación era utilizar a los mortífagos que capturamos como informantes —dijo finalmente, con un tono que parecía cargado de arrepentimiento—. Pensamos que si podíamos mantenerlos bajo control, podríamos prevenir otro levantamiento. James Montgomery fue uno de esos prisioneros.—

No había esperado escuchar el nombre de James tan pronto, y mucho menos en ese contexto. Podía imaginar la expresión de Chloe si hubiera estado aquí, el dolor que la noticia le habría causado.

—James fue crucial porque tenía un acceso directo a Umbridge —continuó Kingsley, como si no hubiera notado mi reacción—. Ella confiaba en él más que en cualquier otro, y eso lo hacía valioso para nosotros. Pero las cosas no salieron como esperábamos.—

—¿Qué salió mal? —pregunté, intentando que mi voz no traicionara la mezcla de emociones que sentía.

Kingsley se quedó en silencio, su mirada perdida en el vaso que sostenía. Finalmente, lo dejó sobre la mesa y me miró directamente a los ojos.

—Umbridge descubrió lo que estábamos haciendo. Se dio cuenta de que James no era tan leal como aparentaba ser. Cuando intentó escapar, todo se desmoronó. Perdimos nuestra única fuente de información fiable, y desde entonces hemos estado a ciegas, temiendo lo peor.—

Las palabras resonaron en mi mente, cada una de ellas llevando un peso que parecía aplastar mis pensamientos. No sabía qué decir, cómo responder. Todo esto era demasiado, incluso para mí.

—Kingsley, ¿por qué no nos contaste esto antes? —pregunté finalmente, mi voz llena de una mezcla de incredulidad y dolor.

—Porque no estaba seguro de en quién confiar —respondió, su voz apenas un susurro—. Las cosas se han vuelto tan complicadas, Hermione. Todo se ha salido de control, y he estado haciendo lo mejor que puedo para mantener a todos a salvo. Pero me temo que ahora... ahora estamos al borde de algo mucho peor.—

La sala se llenó de un silencio pesado, un silencio que parecía amenazar con devorarnos. Sabía que Kingsley estaba diciendo la verdad, pero también sabía que esto solo era el comienzo de lo que estaba por venir.

—Kingsley —dije finalmente, con la voz apenas controlada—, necesitamos encontrar a James. Necesitamos detener a Umbridge.—

Kingsley asintió lentamente, su expresión cansada pero decidida.

—Tienes razón, Hermione. No podemos seguir ignorando esto. Pero debes saber que el camino por delante no será fácil. Umbridge no se detendrá ante nada, y James... no sé si podremos encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.—

Sentí que un escalofrío recorría mi espalda, pero me obligué a mantener la compostura. No podía permitirme dudar ahora.

—Lo sé —respondí, levantándome de la silla—. Pero haré lo que sea necesario para detener a Umbridge y salvar a James.

Entre Libros & Suspiros ~ HERMIONE GRANGERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora