Entre Libros & Suspiros ~ HERMIONE GRANGER

Besos Robados

Perspectiva de Chloe

El partido de Quidditch había sido más emocionante de lo que esperaba. Ver a Hermione en el campo, esforzándose y logrando esa maniobra complicada, me llenó de orgullo. Mientras caminábamos hacia el castillo, no pude resistir más el impulso de acercarme a ella.

Sin decir una palabra, me acerqué por detrás y rodeé su cintura con mis brazos, atrayéndola hacia mí. Sentí cómo su cuerpo se relajaba en el mío, y apoyé mi mentón en su hombro, disfrutando del suave aroma de su cabello. Con un susurro, comencé a llenarle la cara de besos, desde su mejilla hasta la sien, saboreando cada momento.

—Estuviste increíble en el campo, Mione—dije entre besos, mi voz apenas un susurro. Cada palabra estaba llena de admiración y cariño. La sensación de tenerla tan cerca era más de lo que había imaginado.

Hermione se giró ligeramente en mis brazos, sus ojos brillando con esa mezcla de ternura y gratitud que tanto me gustaba.

—No tanto como tú, linda. Eres una jugadora excelente, sabía que eras buena, pero hoy lo demostraste con creces —respondió con una sonrisa, su mano acariciando suavemente mi mejilla.

Me quedé mirando sus ojos por un momento, deleitándome en la calidez que emanaba de ellos. Luego, sin previo aviso, dejé que mis labios encontraran los suyos en un beso suave, casi tímido, pero cargado de todo lo que sentía por ella.

Cuando nos separamos, nuestras frentes aún juntas, respiré hondo y dejé que las palabras fluyeran.

—He estado pensando... una vez que terminemos Hogwarts, me gustaría que conocieras a mis padres. Sé que es un gran paso, y quizás te lo pienses, pero... ¿qué dices? —susurré, manteniendo mi mirada fija en la suya.

Hermione me miró sorprendida, como si no estuviera segura de si había escuchado bien. Una duda pasajera cruzó su rostro, pero finalmente una sonrisa se formó en sus labios.

—Eso suena... increíble, Chloe. Claro que me gustaría —respondió, y su respuesta fue un alivio para mi.

La abracé más fuerte, sintiendo que en ese momento, todo estaba bien en el mundo. Sin embargo, nuestro momento fue interrumpido por una risita ahogada detrás de nosotras. Giré la cabeza rápidamente y vi a Ginny y Ella, ambas con sonrisas traviesas y miradas cómplices.

—Vaya, parece que alguien tuvo una buena charla —dijo Ginny, levantando una ceja y cruzándose de brazos con diversión.

—No queremos interrumpir, pero si van a seguir con esto, deberían considerar hacerlo oficial —añadió Ella con un guiño, claramente disfrutando del momento.

Hermione y yo nos miramos, ambas sonrojadas, pero no pudimos evitar reírnos de la situación.

—Quizás lo hagamos —respondí con una sonrisa, apretando un poco más a Hermione contra mí, sin ninguna intención de soltarla.

Ginny y Ella se unieron a nuestras risas, y su apoyo incondicional nos hizo sentir que, sin importar lo que el futuro nos deparara, teníamos un pequeño equipo que siempre estaría de nuestro lado.

[...]

El resto de la semana me sentí en las nubes. Con cada día que pasaba, me enamoraba más de Hermione; de sus ojos, siempre brillando con esa chispa que me hacía perderme en ellos; de su risa, que resonaba como la melodía más dulce, llenando cada rincón de mi ser con una alegría que no sabía que necesitaba; de su expresión de concentración cuando leía, con el ceño ligeramente fruncido y los labios entreabiertos, como si el mundo pudiera desmoronarse a su alrededor y ella no se daría cuenta, tan absorta en el libro que sostenía entre sus delicadas manos. Me encantaba cómo se mordía el labio inferior cuando estaba pensando, y cómo su voz se suavizaba cuando hablaba de algo que le apasionaba. Era como si cada pequeño detalle de Hermione estuviera diseñado para enamorarme más profundamente, haciéndome sentir que cada momento con ella era un regalo que no merecía, pero que atesoraba con todo mi corazón.

En la mañana, me senté a desayunar junto con Ella. Hermione había ido a buscar unos libros para estudiar después de comer.

A lo lejos, vi cómo una lechuza se acercaba a nuestra mesa. No reconocí a la lechuza, lo que me resultó aún más extraño. Abrí la carta con cautela.

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Hola, princesa. Sé que he estado ausente por un tiempo, pero necesito hablar contigo con urgencia. Te espero mañana en la mansión del bosque a las 8 PM. Ven sola.

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Ella, también expectante, leyó por encima de mi hombro y me miró, buscando respuestas.