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Sabrina llegó a su apartamento después de un largo día de entrenamiento. Abrió la puerta y, de inmediato, fue recibida por Star, su pequeña perrita, que ladraba emocionada, dando vueltas a su alrededor. Sabrina se agachó para acariciar a Star mientras sonreía, pero rápidamente su atención se desvió hacia el interior del apartamento. Algo era diferente.

En el centro de la sala había un enorme librero nuevo, lleno de libros perfectamente organizados. Sabrina se levantó, sorprendida, y caminó hacia él. A medida que se acercaba, reconoció los títulos. Cada uno de ellos era parte de las series de novelas juveniles que tanto le gustaban. Estaban todos allí: desde las sagas más populares hasta los libros que había buscado durante años.

— ¡Wow! —murmuró, pasando los dedos por los lomos de los libros—. No puedo creerlo...

Sabía que aquello solo podía ser obra de Reece. Recordaba vagamente haberle mencionado su amor por las novelas juveniles durante una conversación casual, pero jamás imaginó que él prestaría tanta atención a ese detalle. Sabrina se quedó allí por unos momentos, maravillada, tomando un libro tras otro, abriendo las páginas y disfrutando del olor a papel nuevo.

— Esto es... perfecto. —susurró para sí misma, con una sonrisa.

Star ladró suavemente a su lado, como si también apreciara el regalo. Sabrina se dejó caer en el sofá, abrazando a su perrita y mirando el librero con una mezcla de gratitud y sorpresa. Aún no podía creer que alguien hubiera sido tan atento con ella.

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Los días pasaron y Sabrina volvió a centrarse en su entrenamiento. Esta vez, notó una mejora significativa en sus soldados.

En cada sesión, los veía superarse, no solo físicamente, sino también mentalmente. Sabrina los observaba mientras realizaban los ejercicios, su postura más firme, sus movimientos más precisos. La disciplina que había inculcado en ellos empezaba a dar frutos.

— ¡Vamos, soldados! ¡Quiero ver más esfuerzo! —gritaba, mientras caminaba entre las filas, su voz imponente resonando por el campo de entrenamiento.

Los soldados respondían con energía renovada. Sabrina sonrió para sí misma, satisfecha con el progreso. Sabía que, aunque había sido dura con ellos, esa presión los había llevado a mejorar. El equipo estaba más unido y más fuerte que nunca.

Un día cualquiera, después de otra intensa jornada de entrenamiento, Sabrina estaba descansando cuando uno de los asistentes de Alex llegó a buscarla.

— El señor Morgan ha pedido que estés lista a las ocho. Pasará a buscarte. —dijo el asistente con una ligera reverencia antes de marcharse.

Sabrina alzó una ceja, sorprendida por la noticia. No había recibido ningún aviso previo, pero la idea de una cita inesperada con Alex Morgan la llenó de curiosidad y emoción.

Empezó a prepararse con esmero, sin dejar ningún detalle al azar. Eligió un vestido elegante, de un tono azul que resaltaba sus ojos y caía suavemente sobre su figura. Se maquilló de forma natural pero sofisticada, dejando su cabello suelto y ligeramente ondulado. Cada paso que daba hacia la perfección la hacía sonreír un poco más, sabiendo que esta noche podría ser especial.

Cuando finalmente estuvo lista, se miró al espejo. El reflejo mostraba a una mujer segura, fuerte y lista para lo que fuera que Alex tuviera planeado. Star, siempre a su lado, parecía aprobar su atuendo con un ladrido suave.

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**A las ocho en punto, Alex apareció en la puerta, vestido de manera impecable. Su mirada se suavizó al ver a Sabrina.

— Estás deslumbrante. —dijo con una sonrisa, tomando su mano y guiándola hacia el coche.

La cita fue más romántica de lo que Sabrina había imaginado. Cenaron en un restaurante elegante, con luces suaves y una atmósfera íntima. La conversación fluía con facilidad, y aunque Alex siempre había sido reservado, esa noche parecía más abierto, compartiendo pequeños detalles sobre su vida y sus pensamientos. Sabrina se encontraba disfrutando cada momento, desde la risa hasta los silencios cómodos.

Después de la cena, Alex la llevó a un lugar inesperado.

— Necesito que cierres los ojos. —le dijo con una sonrisa juguetona.

— ¿Qué estás tramando? —preguntó Sabrina, riendo, pero obedeció.

Con los ojos vendados, Alex la condujo por un pasillo, hasta que finalmente se detuvieron.

— Ahora, abre los ojos.

Cuando Sabrina lo hizo, se encontró en lo que parecía ser un laboratorio perfectamente equipado. Pero no era cualquier laboratorio. Este estaba diseñado específicamente para la bioquímica, su pasión. Las paredes estaban llenas de estanterías con frascos, tubos de ensayo, microscopios, y un montón de aparatos que siempre había soñado tener a su disposición.

— Esto es... —Sabrina estaba sin palabras, girando sobre sí misma para absorber cada detalle—. Es increíble, Alex. ¿Cómo lo...?

— Sabía cuánto te apasiona la bioquímica. Quería darte algo que realmente te hiciera feliz. —explicó Alex, acercándose a ella con una sonrisa suave—. Este lugar es tuyo. Puedes venir aquí cuando quieras, trabajar en tus proyectos, descubrir lo que desees. Quiero que tengas todo lo que necesitas para seguir tus sueños.

Los ojos de Sabrina se llenaron de emoción. Nunca imaginó que alguien pudiera ser tan atento con sus intereses, y mucho menos que le regalara algo tan personal y significativo.

— Alex... —susurró, mirándolo directamente a los ojos—. Esto es... más de lo que podría haber pedido.

Se acercó a él y, sin pensarlo dos veces, lo besó suavemente en los labios. El beso fue corto, pero lleno de gratitud y afecto. Cuando se separaron, Alex sonrió con una chispa en los ojos.

— Espera, hay algo más. —dijo, sacando un pequeño estuche de su bolsillo.

Sabrina lo miró, sorprendida, mientras él abría el estuche para revelar un anillo sencillo pero elegante.

— Quiero que seas mi novia. —dijo Alex, su voz suave pero firme—. Esto es una promesa de que quiero estar a tu lado, apoyarte en todo. ¿Qué dices?

Sabrina, abrumada por la emoción, asintió con una sonrisa antes de responder.

— Sí, Alex. —dijo con voz emocionada—. Claro que sí.

Los dos se abrazaron, y el momento fue tan dulce y cursi como cualquiera podria haber imaginado. Sabrina sentía que estaba en una especie de cuento de hadas, donde todo, por una vez, parecía estar en su lugar.

Narra sabrina

mi  sonrisa no puede crecer mas,no pude encontrar mejores  partidos,alex,  hay alex,no sabia que  un morgan podia ser tan blandengue, por favor  un anillo  promesa. al menos me  sirve de algo, tengo mi laboratorio, carro, tarjeta.  que mas puedo pedir.asi, ahora es mi  novio. dios gracias por todas  estas recompensas.

y reece, chiquito. ese al menos  me regala cosas  que me entretienen, pero  no  que duran como  las  de alex.  pero sirve de algo.  quiero ver que haran ahora que vaya a italia.  tengo información que cierto Leoncitto  estara en esos lares.necesito  hablar con el.

por  lo  que la  siguiente partida de este viaje es italia.

Diferente //Sabrina Lewis//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora