El aire fresco del atardecer envolvía la isla mientras caminábamos por la orilla, un silencio cómodo acompañaba nuestros pasos. Los colores del cielo se reflejaban en el agua, creando una paleta de tonos cálidos que contrastaba con la incertidumbre que sentía en mi pecho. Había pasado tanto tiempo desde el accidente, desde que nuestras vidas habían sido puestas en pausa en este rincón olvidado del mundo. A pesar de todo, en esos momentos de tranquilidad, la belleza del lugar resultaba casi irónica.
Max y yo nos habíamos mantenido cerca, aunque la incomodidad después de nuestro último encuentro seguía presente. Mientras avanzábamos por el camino cubierto de arena y hojas, sentí el toque suave de su mano rozar la mía. Por un momento, dudó, pero luego la tomó con decisión, entrelazando sus dedos con los míos. Una sensación cálida se extendió por mi cuerpo, y un destello de algo que podría ser felicidad cruzó por mi mente.
Caminamos así durante un rato, disfrutando de la simple conexión. El sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla era lo único que rompía el silencio. Finalmente, rompí el mutismo que nos envolvía.
—¿Crees que volveremos alguna vez?—, pregunté, con una voz que intentaba no mostrar la desesperanza que sentía.
Max me miró, su expresión suave, pero con una resolución que casi me asustó. —En este punto, me da igual—, respondió, esbozando una pequeña sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Me detuve un momento, dejándome envolver por la sinceridad de sus palabras. —A mí igual—, admití, sintiendo cómo la realidad se asentaba en mi pecho, pesando más de lo que me gustaría. —Han pasado más de dos meses y no hay señal alguna de que nos hayan buscado—, continué, la amargura y la aflicción impregnando mis palabras.
Max me miró intensamente, su expresión cambiando a una mezcla de curiosidad y algo que no podía identificar del todo. —¿Es por eso todo esto?—, preguntó, soltando mi mano suavemente, como si no estuviera seguro de querer escuchar la respuesta.
Sentí un nudo formarse en mi garganta, pero sabía que no podía seguir evadiendo el tema. Tomé su mano de nuevo, con firmeza esta vez, y luego llevé la otra a su mejilla, sintiendo la aspereza de la barba que comenzaba a crecer. —Sí—, respondí, pero rápidamente añadí—, pero no es como lo piensas.
Los ojos de Max se suavizaron, pero seguían buscando en los míos una verdad que ambos necesitábamos escuchar. Tragué saliva, sintiendo la gravedad del momento. —Si muero aquí—, continué, mi voz temblando levemente—, necesito ser feliz, y estar contigo me da esa felicidad que por mucho tiempo me negué—. No me di cuenta de cuánto había deseado decir esas palabras hasta que las escuché salir de mi boca.
No le di tiempo para responder. Me incliné hacia él y lo besé, un beso que era tanto una promesa como una súplica. El miedo y la desesperación que sentía se desvanecieron momentáneamente en el calor de sus labios.
Max me devolvió el beso, sus manos ahora sujetando mi rostro con la misma urgencia que sentía en mi interior. Sus labios se movieron con los míos, y sentí que el peso de la incertidumbre que había estado cargando durante estos meses se aligeraba, aunque fuera solo un poco.
Nos quedamos así, abrazados en medio de la nada, besándonos con una intensidad que era más sobre encontrar consuelo que sobre pasión. Cuando finalmente nos separamos, ambos respirábamos pesadamente, nuestras frentes se tocaron mientras compartíamos un momento de silenciosa comprensión.
Max no dijo nada, pero sus ojos lo decían todo. Estaba dispuesto a aceptar lo que fuera que este lugar nos deparara, siempre y cuando lo enfrentáramos juntos. Y en ese momento, supe que yo también lo estaba. Sin importar lo que pasara, habíamos encontrado algo en este caos que nos daba fuerzas para seguir adelante. Y por ahora, eso era suficiente.
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Pérdidos|| Chestappen
FanfictionSi había algo que se sabía era que Max y Checo se odiaban, pero tras un accidente de avión se ven obligados a sobrevivir juntos.