Día 53

984 154 4
                                    

El amanecer era silencioso, pero el aire estaba cargado de una tensión eléctrica que anunciaba la tormenta que se aproximaba. Estaba profundamente dormido cuando sentí a Max acercarse y ponerse a mi lado. Había terminado su guardia, y aunque su presencia me daba una sensación de seguridad, también podía sentir su preocupación.

Max se acomodó con cuidado, intentando no despertarme, pero la ansiedad en el ambiente me hizo abrir los ojos. Apenas lo vi, supe que algo no estaba bien. Sus ojos estaban clavados en el cielo oscuro, y su rostro, normalmente sereno, estaba tenso.

—Se ve que habrá una tormenta—, dijo en un susurro, sin apartar la vista de las nubes que se acumulaban en el horizonte.

Me incorporé ligeramente, todavía adormilado, pero sus palabras me hicieron despertar por completo. Sabía lo que significaba una tormenta en nuestras circunstancias. —¿Las tiendas resistirán?— pregunté, ya intuyendo la respuesta.

Max negó con la cabeza, su sinceridad cortante como un cuchillo. —No—, respondió sin rodeos.

El miedo comenzó a apoderarse de mí. Las tiendas de campaña eran lo único que teníamos para protegernos de los elementos, y si no resistían, estaríamos completamente expuestos. —Tenemos que buscar otro lugar—, murmuré, la preocupación pesando en cada palabra.

Max asintió, su mente ya trabajando en una solución. —Estuve pensando en una cueva que vi por la cascada—, propuso, su voz más firme ahora que tenía un plan. —Necesitaríamos llevar todo esto antes de que el clima empeore.

La tarea parecía abrumadora, pero no había otra opción. Sabía que Max tenía razón, y aunque el esfuerzo sería inmenso, no podíamos permitirnos el lujo de dudar. Me giré hacia él, buscando consuelo en su presencia. —Lo lograremos—, dije con determinación, aunque en mi interior la incertidumbre seguía acechando.

Sin decir una palabra, lo abracé, necesitando sentir la cercanía de su cuerpo, su calor humano que me recordaba que no estaba solo en esto. Max respondió con un suspiro profundo, permitiéndose un momento de vulnerabilidad mientras se acurrucaba en mí. Sentí su respiración contra mi pecho, lenta y pesada, como si cada exhalación fuera un intento de liberar la tensión que lo asfixiaba.

Nos quedamos así, en silencio, dejando que la gravedad de la situación nos envolviera. Afuera, el viento comenzó a levantarse, y las primeras gotas de lluvia empezaron a caer, anunciando la tormenta que se avecinaba. Pero en ese momento, lo único que importaba era que estábamos juntos, preparados para enfrentar lo que viniera, uno al lado del otro.

Sentí a Max relajarse un poco en mis brazos, como si el simple hecho de estar juntos le diera la fuerza que necesitábamos. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero por primera vez en mucho tiempo, me sentí capaz de enfrentarlo. Y mientras la tormenta se acercaba, supe que, pase lo que pase, no dejaría que nada nos separara de nuevo.

La lluvia comenzó como una leve llovizna, una amenaza apenas perceptible que se deslizaba desde el cielo gris. No teníamos tiempo que perder; sabíamos que la tormenta empeoraría, así que nos apresuramos a mover todas nuestras pertenencias a la cueva que Max había encontrado cerca de la cascada. Julián, Cynthia, Max y yo trabajábamos en silencio, la urgencia de la tarea borrando cualquier necesidad de conversación.

Primero, revisamos la cueva a fondo. Era lo suficientemente grande como para alojarnos a todos, con un techo alto y paredes sólidas que prometían protección contra la furia de la tormenta. Con escobas improvisadas de palma, barrimos el suelo, eliminando los escombros y asegurándonos de que el lugar fuera lo más seguro posible para Fred, el bebé de Cynthia, que no dejaba de llorar.

Nos organizamos rápidamente, estableciendo un sistema en el que siempre alguien se quedara en la cueva con Fred mientras los demás transportábamos las cosas desde el campamento. Colocamos trampas en la entrada, una precaución necesaria en caso de que animales curiosos decidieran buscar refugio en la misma cueva.

Pérdidos|| Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora