Eight

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Me bajé del auto de Simon y caminé hacia la casa de Mey. El pelinegro me siguió con una mano en mi hombro. La vivienda es pequeña, pero tiene un toque artístico ya que juega con  convinaciones de colores y una decoración de jardín hermosa.

Me detuve frente a la puerta y di varios toques en esta a la espera de que alguien atendiera. En el interior se sintieron pasos lentos hasta que sonó el característico clik en la puerta y esta se abrió dejando ver al otro lado a un señor más o menos de sesenta años. Está un poco desaliñado y tiene una pipa entre los labios.

— Buenas, señor — saludé y el solo me miró con mala cara por haber interrumpido su tiempo de tranquilidad — Estamos buscando a Mey —

El señor se giró y miró hacia el interior de la casa a la busca de la chica — ¡MEY! — gritó el nombre de ella a todo pulmón — ¡MEY! — volvió a gritar al no obtener respuesta de esta.

— ESPERA — sentí que gritó la chica desde lo lejos

— TIENES VISITA — volvió a vociferar el señor.

Yo en mi lugar estaba de ojos abiertos ante la escena. Además de que los nervios provocan ligeros temblores en mis manos. Vi a Mey acercarse mientras quita de sus manos unos guantes de jardinería y los coloca sobre una mesa. Al acercarse a nosotros nos sonríe invitándonos a pasar.

La seguimos al interior tomando asiento en unos cómodos sofás. Ella se ubicó frente a nosotros, su mirada deteniendose en mi por unos segundos. Me fijé en su aspecto, es joven, ojos color miel, cabello castaño, baja estatura pero buena forma física. El señor anterior se recostó en otro sofá ignorando la conversación que comenzaría en estos momentos.

— Se que te sonará raro pero necesito que... — comencé a hablar pero ella me cortó al instante

— Sé a lo que vienes, aun te recuerdo — ella me sonrió mientras yo jugué nerviosa con mis dedos — Pero no eres como te recuerdo — me frunció el ceño

— ¿A qué te refieres? — la miré atentamente

— Eras más extrovertida, ahora pareces nerviosa, tú mirada era más viva, más decidida — en otro momento hubiera llorado desconsoladamente por no recordar nada, pero este no es el momento.

— Han pasado muchas cosas desde aquel día en la tienda — le dije y ella asintió.

— Supongo que quieres que te cuente acerca de la conversación que tuvimos allí — supuso y yoble asentí — ¿Queiren algo de beber? ¿Un café? —

— Si, un café está bien — acepté su propuesta.

Simon solo está sentado a mi lado escuchándolo todo. Siempre prefiere mantenerse al margen. Él tomó mi mano en un gesto de consuelo al ver mi rostro de decepción al escuchar lo que Mey había dicho anteriormente. Antes era más decidida, cosa que no soy ahora, y eso me afecta. Pero no dejé que eso me derrumbara, no puedo llorar en estos momentos, no delante de él, no puedo dejar que vean que soy débil.

Mey volvió a los pocos minutos con una bandeja y sobre esta, tres tasas de café recién hecho. Nos pasó una tasa a cada uno y se preparó para relatarnos lo sucedido aquel día en el que compre el diario.

— Aquel día yo estaba... — comenzó a hablar y con cada palabra, la imagen de ese momento fue llegando a mi mente poco a poco.

Llevo puesto uno de mis conjuntos favoritos, es lo único que me mantiene un poco alegre después de todo lo que ha pasado. Entré en la tienda que está abarrotada de personas haciendo sus compras. Me limpio las lágrimas escurridizas que salen de mis ojos por enésima vez. Me camuflajee entre la gente y bajé mi cabeza para que no vieran que soy débil, aunque se que nadie de ellos me conoce, pero no puedo permitir que vean que estoy rota por dentro.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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