EL DÍA DE LAS PREDICCIONES

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• Narrador omnisciente •

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• Narrador omnisciente •

A la mañana siguiente las tres amigas bajaron un poco tarde al desayuno debido a la pijamada de bienvenida que habían improvisado.

—Genial —habló una Gwen adormilada—, apenas son las siete de la mañana y Malfoy ya está molestando.

Y era cierto Draco Malfoy adora molestar a las personas de su curso, pero disfruta más molestar a Harry Potter. Las niñas tomaron asiento junto a la bolita de Slytherin's y comenzaron a desayunar.

—¡Eh, Potter! —gritó Pansy Parkinson, una chica de Slytherin que tenía la cara como un pug— ¡Potter! ¡Que vienen los dementores, Potter! ¡Uuuuuuuuuh!

—Pansy, eso no es gracioso —le reclamó Grace tomando un pan y un poco de mermelada—. Te aseguro que si llegaras a ver uno te orinas encima.

Chiara agradeció internamente a su amiga pues si ella defendía al ojiverde probablemente le causaría un derrame cerebral a su mejor amigo.

—¿Estos son los nuevos horarios? —cambió el tema Gwen.

—Si, los entregó Snape hace un rato —contestó Draco con desinterés—. Chiara, recuerda que tenemos aritmancia a las nueve, no lo vayas a olvidar.

—Aritmancia a las nueve, prometo no olvidarlo. —contestó está tomando un sorbo a su jugo de calabaza y su amigo moreno le replicó.

—Yo no sé porque accediste a entrar a esa clase, ni te gustan las matemáticas.

Chiara casi se ahoga al escuchar al chico. La rubia comenzó a toser y Grace que estaba a su lado, le daba suaves palmadas en la espalda.

—¡Draco Lucius Malfoy! Me habías dicho que en esa clase leíamos cartas, nunca mencionaste números. —dijo una vez ya recuperada.

—Si te decía la verdad no ibas a acceder —contestó su amigo platinado, despreocupado—. No sé de qué te quejas si vas a estar conmigo.

—Yo prefiero morir, no sé tú, Chiara. —comentó Gwen y todos en la mesa comenzaron a reírse.

El Gran Comedor se vaciaba a medida que la gente se marchaba a la primera clase.

Ya en la clase de Adivinación, la cual compartían Grace y Chiara. Fueron a dar al aula de aspecto más extraño que habían visto en su vida. No se parecía en nada a un aula; era algo a medio camino entre un ático y un viejo salón de té. Al menos veinte mesas circulares, redondas y pequeñas, se apretujaban dentro del aula, todas rodeadas de sillones tapizados con tela de colores y de cojines pequeños y redondos. Todo estaba iluminado con una luz tenue y roja. Había cortinas en todas las ventanas y las numerosas lámparas estaban tapadas con pañoletas rojas. Hacía un calor agobiante, y el fuego que ardía en la chimenea, bajo una repisa abarrotada de cosas, calentaba una tetera grande de cobre y emanaba una especie de perfume denso. Las estanterías de las paredes circulares estaban llenas de plumas polvorientas, cabos de vela, muchas barajas viejas, infinitas bolas de cristal y una gran cantidad de tazas de té.

Sealed PromisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora