El aire en el café estaba cargado de una tensión palpable mientras esperaba a que Eduarda llegara. No había querido que esta conversación sucediera, pero sabía que era necesaria. Desde el incidente en el centro comercial, la inquietud se había instalado en mí como una sombra constante. Eduarda había cruzado una vez más la línea, y aunque en algún momento de mi vida la había querido, mi lealtad ahora era con mi familia.La puerta del café se abrió y vi a Eduarda entrar, sus ojos recorrieron el lugar hasta que se encontraron con los míos. Caminó hacia mí con una seguridad que solo hacía que mi determinación creciera. Se sentó frente a mí, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Pedro —saludó, su voz con un tono que parecía buscar conectar con el pasado.
—Eduarda —respondí, manteniendo mi voz neutral—. Gracias por venir.
—¿De qué se trata todo esto? ¿Me extrañaste? —preguntó, sin perder tiempo.
La observé por un momento, recogiendo las palabras correctas en mi mente. Esto no era algo que se pudiera decir de manera apresurada, pero tampoco quería dejar espacio para malentendidos.
—Quiero que te quede claro, Eduarda —comencé, mi tono firme—, que lo que pasó en el centro comercial fue inaceptable. No solo te acercaste a Bianca y a mi hijo sin su permiso, sino que intentaste cargar a Santiago. Eso no puede volver a suceder.
Vi cómo su expresión se endurecía, pero no me detuve.
—Te lo voy a decir claramente: no puedes seguir interfiriendo en mi vida, en nuestra vida. Bianca y yo estamos construyendo una familia, y necesito que respetes eso. No quiero más escenas como la del otro día, ni más intentos de acercarte a Santiago.
Eduarda me miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de emociones que era difícil de leer.
—Pedro, ¿realmente crees que es tan fácil para mí? —dijo con un toque de amargura—. No puedes esperar que simplemente desaparezca de tu vida.
—No te estoy pidiendo que desaparezcas —contesté, eligiendo mis palabras con cuidado—, pero sí te pido que nos dejes en paz. Tienes que entender que lo que teníamos ya no existe. Lo que importa ahora es mi familia, y haré lo que sea necesario para protegerla.
Eduarda parecía querer decir algo, pero al final solo asintió, su expresión tensa. No supe si realmente entendía la gravedad de lo que estaba pidiendo, pero no podía darme el lujo de preocuparme más. Esta conversación debía ser definitiva.
—Espero que lo entiendas, Eduarda —concluí, levantándome de la mesa—. No quiero que esto se convierta en algo más grande de lo que ya es.
Ella permaneció en silencio, y sin más que decir, me giré y salí del café, sintiendo una extraña mezcla de alivio y agotamiento.
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Cuando llegué a casa, sentí una oleada de alivio al ver la puerta del hogar que compartía con Bianca y Santiago. Entré, y el aroma familiar de nuestra casa me dio la bienvenida. Bianca estaba en la sala, jugando con Santiago, su risa llenando el espacio de una calidez que hizo que todo lo demás se desvaneciera.
—¿Cómo te fue? —preguntó Bianca al verme entrar, sus ojos reflejando una preocupación genuina.
Me acerqué a ella y le di un beso en la frente, sintiendo cómo el peso de la conversación con Eduarda comenzaba a disiparse.
—Todo está resuelto —respondí, dejándome caer en el sofá junto a ella—. Hablé con Eduarda, y creo que finalmente entendió que no puede seguir interfiriendo en nuestras vidas.
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🌸After him I was never the same🌸 (Pedro Pascal)
RomanceBianca es una jovem estudiante de periodismo de 22 años que sueña en convertirse en una gran y reconocida periodista, viajar por el mundo y conocer un amor que la haga vibrar. Lo que ella no imagina que en una de esas tardes de caminatas por Centra...