-"Yare yare no...no puedo detenerlos"-
-Por supuesto que no puedes querido ¿o acaso creíste que yo era tan tonta como ella? cualquiera puede manipular con una sonrisa linda pero yo puedo controlarlos-
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Pov's Omnisciente:
Otro día magnífico en la vida de Teruhashi Kokomi comenzaba de manera predecible, con el sol brillando como si solo existiera para realzar su radiante belleza. Como siempre, fue despertada con suavidad por su madre, quien no podía dejar de sonreír al contemplar a su perfecta hija. Sus hermanos, con admiración evidente, la saludaron y desearon un buen día mientras desayunaban juntos. Kokomi no pudo evitar sonreír con autosatisfacción. Ser la chica más bonita y perfecta del mundo hacía que la vida fuera, sin duda, extremadamente fácil.
Camino a la escuela, las calles se llenaban de personas que la saludaban con amabilidad y admiración. Mayormente hombres, claro. Cada uno de ellos no podía evitar detenerse por un instante para mirarla, asombrados por su perfección. Los suspiros de admiración a su alrededor eran casi tangibles, y Kokomi disfrutaba cada uno de ellos como una melodía que se tocaba solo para ella.
Cuando llegó al recinto escolar, todo seguía el guion que tan bien conocía.
-¡Buenos días Teruhashi ofu!-
-Bu-buenos dias ¡Ofu!-
-Hoy Teruhashi está más hermosa que de costumbre-
Los estudiantes se giraban para mirarla pasar, las chicas susurraban con admiración mientras los chicos suspiraban enamorados. Kokomi, acostumbrada a este tipo de atención, pasó un mechón de su cabello tras su oreja, provocando un suspiro colectivo a su alrededor. El poder que tenía sobre la gente era absoluto.
Al llegar a las taquillas, abrió la suya con la gracia habitual, esperando solo otro día más de perfecta admiración. Pero entonces, una voz resonó a sus espaldas, una voz llena de confianza que cortó su rutina como un cuchillo.
-Buenos días-
-Buenos di- Kokomi fue a darle la respuesta, pero se calló-
Al girarse, lista para ofrecer su sonrisa característica, sus palabras quedaron atrapadas en su garganta al ver quién estaba allí.
Aiko Teruhashi, su hermana mayor, estaba de vuelta. Y no era la Aiko que recordaba. Su aspecto era impecable, muy distinto de la chica cansada y apagada que había dejado la casa meses atrás. Llevaba el uniforme escolar, pero lo acompañaba con una elegante chaqueta blazer negra que le daba una presencia poderosa y segura. Su cabello, antes seco y quebradizo, ahora caía en suaves ondas brillantes, enmarcando un rostro que ya no mostraba signos de agotamiento. Sus ojos, antes opacos, ahora brillaban con vida y determinación.
Todo en ella emanaba una belleza que no solo igualaba, sino que superaba la de Kokomi.
-¿Quien es ella parece sacada de una escultura griega?-
-Que elegante y refinada es-
-¡Ofu!-
Mientras la gente pasaba, susurrando con asombro, era evidente que no podían reconocer a la impresionante mujer que estaba ante ellos. A su lado, Kokomi se sintió por primera vez en su vida como una simple vela frente a un gran sol.
