Capítulo 5- El conflicto del inflable

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Me desperté con el olor a comida recién hecha.

Removí mi cuerpo desperezándome en mi cama.

-Buenos días - dije en medio de un bostezo. 

-Buenos días.

A los pies de la cama había un colchón inflable con sábanas arrugadas.

-¿Has dormido ahí?

Se giró con un trozo de tortita en la boca y asintió con la cabeza.

-Oh, esta noche duermo yo, así nos turnamos.

Parecía casi ofendido con lo que había dicho.

-Déjate de idioteces - sentenció -. Te he traído el desayuno.

-Ya lo veo, hay muchísima comida.

-Es que no sabía lo que te gustaba así que he cogido de todo un poco, el bufete estaba a punto de cerrar y tampoco iba a despertarte.

Muy considerado por su parte.

-El café si, cincuenta leche y dos cubos y medio de azúcar.

Se me hablando el corazón ante el hecho de que se acordara.

Aún llevaba el vestido de anoche.

Miré mi móvil, habían llamadas perdidas de mi madre.

Draven miraba concentrado el tablón de corcho.

-He conseguido el nombre de todos los hombres de este crucero y he descartado a personas mayores de ochenta años o con alguna dificultad física añadida. La persona más joven aquí eres tú, no hay niños pues hay colegio y los padres trabajan.

Reconocí al muchacho de una de las fotos.

Era Jo.

-Jo es trabajador.

-Si, y Niccolò, Ray y Gabri también - me dijo señalando sus fotos -. No puedes fiarte de nadie Nay.

¿Podía fiarme de él? No lo sabía a ciencia cierta pero yo sentía que si.

Brindaba una seguridad en mí que ahora mismo si me dijera que saltara del barco que debajo hay una colchoneta yo lo haría con los ojos cerrados.

-Hoy paramos en Nápoles para ver Pompeya, Capri y Sorrento, me podré comprar ropa.

Cuando mencionó la ropa lo miré y no llevaba camiseta.

Ay mi madre.

Está mucho mejor de lo que me imaginaba.

Unos cuádriceps que combinaban a la perfección con sus pectorales y una uve perfecta que se perdía entre los pantalones.

Que armonía.

Me fui al baño en contra de mi voluntad porque quedarme ahí mirando su trabajado cuerpo era demasiado descarado y necesitaba dejar de hacerlo.

Quite el vestido de mi cuerpo e intenté ver mi culo en el espejo.

Efectivamente me había salido un moretón de la caída de ayer en la ducha.

Me dolía el coxis.

Cambié mi ropa a una más cómoda y caliente.

Cuando salí la habitación estaba ocupada.

-¿Cómo va ese matrimonio Dianelis? - preguntó burlón Ray.

-Muy bien.

-Ya lo veo - comentó irónico mirando el colchón ya desinflado que yacía en el suelo.

Asesino a bordo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora