Capítulo 4- Tacones de cristal.

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Estaba lista.

Dejé unas cuantas indicaciones a mis compañeros de piso como que saquen mi coche y lo conduzcan un rato para que no se estropeé la batería, Adara tiene permitido usar mi banda morada de lentejuelas y mis tejanos verdes, Luca puede dejar de comprar palomitas de mantequilla y bueno, la más importante, que me escriban.

Puede que no lo diga mucho pero se les quiere, un poco.

Y qué cojones, me voy a meter en un barco con asesinos y multimillonarios, les voy a echar de menos.

Mi nevera estaba decorada con notas y pos-it que puse anoche para cuando despertaran.

No me había arreglado mucho, llevaba unos pantalones negros rasgados y anchos más una sudadera verde.

Debajo de esta solo había una camisa de pijama con dibujos de ponis y arcoíris.

Ni siquiera me había molestado en ponerme sujetador, ¿para qué? No hay nada que sujetar.

He de decir que lo que no tenía de pecho lo compensaba mi trasero.

-Deja de mirarte al espejo engreída y vete, hay coches de policía ahí abajo, da mal royo - me dijo Adi.

-Buenos días a ti también.

Se acercó para estrecharme entre sus brazos.

-Voy a echarte de menos Nay.

Le dediqué una sonrisa dulce.

-¿Vas a decirme quién es tu supuesto marido?

Le hice señas para que me acompañara al balcón.

-Ese de ahí, el que tiene la cadera apoyada en su coche y va todo de negro.

El rey de Roma se quitó las gafas de sol y miró hacia nosotras, creo que estaba intentando enfocarnos.

-Nos está mirando como el culo - dijo mi amiga.

-No, que va, será miope y estará intentando distinguirnos - le defendí.

-Está tremendo, si lo ves capaz de cometer adulterio me lo traes de vuelta a Roma.

Ayer quedamos en que vendría a por mí.

Ha cumplido.

Adara y yo bajamos con dos maletas cada una.

-Buenos días señoritas.

-Buenos días - contestó la rubia muy contenta.

-Adara, este es Draven, Draven, esta es Adara.

La aludida nos ayudó a meter todo en el coche antes de irnos.

-¿Le has dicho lo que vamos a hacer allí?

Miré al chico que tenía al lado.

-Se piensa que investigamos un robo, que vamos allí como guardias de seguridad.

Asintió convencido.

-¿Tú qué has dicho? A tus padres, amigos y demás.

-Algo parecido - cerró la conversación para cambiar de tema -. ¿Sabe tú madre a dónde vas?

Negué con la cabeza.

-Y si tiene pensado venir de sorpresa a Roma, ¿qué le dirás?

Buena pregunta.

-Cuando se dé el caso ya veré.

Hablamos de temas muy triviales hasta que llegamos.

-Salimos desde Civitavecchia, yo creía que lo hacíamos desde Gaeta.

Asesino a bordo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora