Aquí estaba.
Puerta número veinticinco.
Una lucha interior crecía cada vez más en mí.
Me ha dado motivos para sospechar y a la vez ha sido tan...mono, agradable.
Clic.
La puerta se había abierto. Me quedé ahí quieta, parada en la entrada.
Cerré tras entrar. Aparentemente era como la nuestra, tonos marrones acogedores, dos camas (nosotros teníamos una matrimonial), un pequeño aseo y la apañada cocina.
Ya había estado aquí pero las circunstancias habían sido muy distintas, no me había parado a pensar en cómo era su camarote.
Empecé abriendo todos los cajones que habían.
La primera en la frente.
-Joder Connor, ni cómo defenderte - dije cuando encontré unas cuantas bolsitas de plástico llenas de polvo blanco.
Llamó mi atención que ninguna estaba abierta, ni vacía, tan solo tenían una etiqueta con un número que no sé si serán los gramos que hay o lo que cuesta.
Aún cabía la posibilidad de que el no consumiera nada.
Iba a aferrarme a esa posibilidad.
Mi especialidad no era esta, tenía el poder como para arrestarlo pero no podía, número uno, desataría el caos y es lo que llevamos intentando evitar desde que pisamos este suelo, número dos, sabrían que soy poli, número tres, me caía bien el chico y aún tenía mis esperanzas.
Sumando a todo esto mi intuición.
Aquí se cocía algo pero seguía sin tener del todo claro que fuera el hombre que buscábamos.
Mejor dicho, los hombres que buscábamos.
Y ya sabéis lo que dicen:
Las mujeres somos las de la intención.
Bendita Shakira.
Diosa a la que le rezaba todas mis noches.
Los idiomas me interesaban así que empecé a escuchar mucha música.
Hice descubrimientos que ni Colón con América se atrevió a tanto.
Grupos como Arctic Monkeys, Chase Atlantic, Adele, Travis Scott, Ariana Grande y podría seguir.
Pero la música latina y española también tenía su mérito, Bárbara Ordiñana, Melendi, Maldita Nerea...
En fin, había muchos.
Y mi reina era Shakira.
Volviendo a lo importante, me quedé con todas esas sustancias para mí a sabiendas de que sabría que han hurgado en su habitación y seguí con mi investigación.
Levanté sábanas y colchones, retiré fundas de almohadones, vacié todo lo pude.
Connor tenía muchos condones, ropa de deporte y polvo de magnesio.
Sin contar la droga no tenía nada fuera de lo común, nada con lo que pudiera culparle.
En el baño había bidones llenos de lejía.
Un momento.
Lejía.
¿Para que iba a querer lejía?
La caja fuerte me era un poco inútil sin la clave de acceso.
Necesitaba el código que la abría.
Intenté varios, como el 0000, 0001, 1234, pero no.
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Asesino a bordo.
Mystery / ThrillerEl cuerpo de la LCN lleva tras un asesino serial con complejo de justiciero más tiempo del que les gustaría. Nayeli Abrams, una joven de 24 años que recién termina su carrera universitaria se une al equipo con la idea de vengar a su mejor amiga. Tr...