Capítulo 22 - Espectáculo.

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Cause I love you for infinity (oh, oh, oh)
I love you for the infinity (oh, oh, oh) - Jaymes Young.

-¿Cómo estás?

Miré a Connor.

-No te ofendas, pero que hayas encontrado tu el cuerpo y toda esa historia, no te libra de ser sospechoso.

Me sabía mal.

El pobre hombre tampoco era culpable de nada.

Inocente hasta que se demuestre lo contrario, ¿no?

Lo único que sabía de él era que compraba droga.

Y según él ni la consumía.

-Se que no nos conocemos pero...

-Déjalo, no quiero escucharlo - dije rotunda.

Ricitos de oro levantó las manos en señal de rendición.

-Lo siento, es que está siendo todo muy intenso y costoso.

-Te diría que lo entiendo pero no me hago una idea - soltó una risa floja.

El baile del barco estaba empezando a marearme.

Agarré el brazo de Connor, sujetándome.

-Creo que tengo una biodramina en mi camarote - esas pastillas eran mi salvación de un mareo inminente.

Pero, ¿te fiarías de un camello?

La mirada que le dediqué debió de comunicarle todo.

-Dios, ¡no voy a colocarte!

-¡Y yo que sé! - defendí mi postura.

Tras discutir un rato más, decidí hacerle caso.

-Es el de aquí al lado - indicó.

Al entrar me inundaron unos recuerdos un tanto desagradables.

-Así que este es tu cuarto - murmuré -. Mira, yo salí por el conducto de ventilación de ahí arriba.

Como si el universo estuviera mandándome señales la cicatriz aún reciente de mi muslo se hizo notar. Mande una de mis manos a la zona y la acaricie con nostalgia.

Davies lo notó.

-No todos los días te cosen la pierna con un collar - recordé.

-La verdad es que no es lo habitual.

Sacó una bolsa de debajo de la cama llena de paquetes con pastillas.

-¿Eso es Deprax? - pregunté.

-Es que no duermo bien últimamente - se excusó.

-¿Diazepam? ¿Fluoxetina? - estaba agachada sacando los medicamentos.

Los conocía bien, a mí se me recetaron.

A los dieciséis años la ansiedad me comía viva, ahí me recetaron Diazepam, y la Fluoxetina es un antidepresivo común entre adolescentes.

-¿Tienes receta?

Me miró casi ofendido.

-Joder, no soy un drogadicto, la presión de mi trabajo hay veces que da miedo.

Apoyé una mano en su hombro.

-No tienes porque darme explicaciones - llegó un punto en el que estaba mal acusarle de tener una adicción.

-Arriba del todo, en la estantería, hay un botiquín, puedes hacerme una analítica - suspiró -. Lo único que va a salir son los niveles de cortisol altos.

Asesino a bordo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora