Capítulo 36: Impulsividad.

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Día siguiente. Cede de Dolce & Gabbana.

Becky's Pov.

Las preguntas atormentan mis oídos, cada palabra proveniente de la tribuna era un ruido sordo. Los flashes prácticamente imposibilitaban cualquier nitidez existente en mi vista.

Entre el tumulto de personas que se aglomeran en el salón de conferencia para la rueda de prensa, mi mirada solo repara en una, en ella.

Se observa tan hermosa con su cámara, su sonrisa cada vez que nuestras miradas chocan. Esa sensación de querer salir de esta mesa para ir a abrazarla y comerme todo su rostro a besos no me abandona, solo crece y crece cada segundo.

—¿Y cuál será su próximo destino, señorita Armstrong? —cuestionó un reportero logrando que deje de ver a mi novia por un momento —. Digo, o acaso pretende quedarse en BKK.

—Por ahora estoy concentrada en este proyecto de D&G, por lo adelante serán informados de nuevos cambios en caso de surgir —sonreí con la mayor falsedad, las apariencias lo son todo —. Solo puedo asegurar que todo lo que deseo, quiero y necesito está aquí.

No pude evitar que mis ojos regresaran a ella, su presencia es malditamente magnética para mi. Ella sonrió y casi me derrito en esta silla de lo preciosa que se torno su cara.

—¿Y en cuanto a sentimientos...?

Una periodista soltó esa pregunta al aire en espera de una respuesta que prácticamente podría ser catalogada como híbrida. Puedo responder de tantas formas que me obligué a mantener la pose impasible.

Otra vez la veo pero ella desvió su mirada para ver su móvil. Me quedé en silencio, así como todo el estrado. Ella contestó lo que parece ser una llamada y mi ceño se frunció con extrañeza.

Freen no contesta su teléfono en el trabajo, volteé a ver a mi padre que al igual que todos parecían esperar esa respuesta pendiente.

—Respecto a ese tema —hablé cortando ese silencio casi sepulcral que se instauró. Ella se veía inquieta mientras platicaba todavía —, mi vida privada es eso, privada y... —me cayé estrepitosamente cuando Freen se puso de pie y volteó con rapidez para dirigirse a la salida —. ¡¿A dónde vas?!

Ay, mierda.

¿Lo pensé o...?

No, lo dije en vivo, claro y directo. Ella se puso rígida antes de llegar a la puerta y todos en la sala la voltearon a ver. Algunos susurros se hicieron presentes entre la multitud.

Sentí arrepentimiento por la estupidez que acabo de hacer. Grité por el altavoz para que se detuviera, siendo casi inconsciente de las doscientas personas que estaban a nuestro alrededor.

Ella dirigió su oscura mirdada hacia mi. Noté sus mejillas rojizas por la aparente vergüenza y sus ojos fulminantes enterrándose en mi.

Su mano tensa se volvió un puño y sin mostrar alguna expresión descifrable se volteó retirándose del salón dejando un duro tirón de puerta.

Idiota que eres Rebecca.

—Siguiente pregunta —habló mi padre para callar los murmullos que se acumularon en el lugar.

—¿Existe una relación entre usted y la princesa heredera? —ese imbécil periodista tuvo que hacerlo —. Es que los rumores crecen y han sido muy frecuentes.

—Creí dejar muy claro que mi vida personal es privada —reiteré con algo de enfado. Ella se fue, para colmo molesta por imbécil que soy y para acabar de rematar mi humor del demonio este tipo quiere saber hasta cuando voy al baño —. No puedo impedir que la prensa especule y haga sus conjeturas sobre cosas que sus cabezas crean.

—Siendo embajadora de D&G a sus veinte años —habló otro periodista —, ¿tiene algún acuerdo o pude modelar en otras casas de la moda?

Mis manos no se tranquilizaban, esa maldita rueda de prensa se volvió eterna. Mi pierna no dejaba de golpear el suelo con algo de agitación, necesito hablar con Freen.

—Bien, eso es todo por hoy —finalizó mi padre en agradecimiento a esa bola de buitres amarillistas —. Gracias por si asistencia. Seguidamente la sesión fotográfica.

Si la rueda de prensa pareció eterna, tener que sonreír para las cámaras, jamás fue tan tedioso. Tener que fingir una sonrisa puede cansar y no solo físicamente.

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Sostenía mi teléfono con fuerza, mi molestia en vez de disminuir solo aumentaba. Caminaba en mi camerino enterrando la punta de mi tacón en el suelo con enfado.

—Si sigues así romperás el móvil —hizo una tonta observación Irin.

—Veintitrés llamadas —le enseñé el móvil —. ¡Veintitrés llamadas!

—Ya ví, no grites —se quejó sentándose en el sofá —. De seguro...

—De seguro ni una mierda, Irin —a veces me paso de la raya con las groserías, más si estoy hirviendo en rabia y ahora estoy haciéndolo —. ¿Por qué no contesta? La llamo, la vuelvo a llamar y nada que coge ese maldito aparato.

—Te estoy intentando decir... —ella sigue con su tono calmado y no entiendo porqué me desespera aún más.

—Sabes que, me harté —la corté con fastidio —. Ya, me colmó. Si no quiere responder me vale un pito y tres pepinos —lancé el teléfono al sofá casi golpeando a mi amiga en el acto —, si no quiere hablarme también me vale. Cansada estoy de estar detrás de ella, si la amo pero no le rogaré toda la vida.

—¿Estás segura de eso BecBec? —una risa burlona se aferró a las delicadas y bellas facciones de Irin.

La miré con odio, ella será la mejor amiga en algunos momentos pero casi el setenta y cinco por ciento del tiempo es una maldita idiota.

El fastidio y odio crecían, mi pierna no podía estar en calma. Mis manos ardían y sabía que necesitaba. Solo necesitaba verla y hablar, arreglar lo que sea que esta mal.

—Te imaginas que haya ido a ver a una de las ojiazules —ella se río en una carcajada y mis ojos se desplomaron sobre ella. El rencor y la pervesa sensación de los celos ardientes me quemaban las venas —Y tres. Y dos. Y u...

—¡Cállate maldita imbécil! —grité casi al borde del llanto y me lancé a tomar mi teléfono —. Contesta, venga.—marqué nuevamente el número de Freen con desesperación, seguía sonando —¡Como un demonio!¡Maldición!

—Solo era broma Bec —ella asumió un tono más neutral.

—¿Y si no? —las lágrimas picaban en mis ojos —¿Y si está con ellas? ¿Por qué no contesta? Me volveré loca, te lo prometo.

—Lo siento, no debí decir eso —ella intentó acercarse pero me alejé —Rebecca, deja la paranoia con ella.

—Pero no contesta, mierda. No me contesta —limpié las estúpidas lágrimas porque me ardían —. Yo no quería gritarle ante todos esos malditos, fue sin pensarlo. Lo juro.

—Cuando hablen se lo explicarás.

—Ya no quiero pelear con ella, Irin —mis palabras se cortaban —. Ya no sé que hago de mi, no me controlo y me da miedo mandar todo la mierda por mis tonterías.

—Tu nunca te controlas —agregó logrando que la mire con algo de animadversasión —. Sabes que no te voy a mentir para hacerte sentir bien. Es la verdad, no te controlas y no siempre haces las cosas correctas.

—¿Qué sugieres? —dejé de sentir esa rabia acumulada, creo que me estoy equivocando —. Ella es mi vida, no logro pensar algo diferente que no sea ella, sus ojos y cada pequeño fragmento de amabilidad, ternura y sensatez que la comprenden.

—Solo piensa, piensa y luego actúa —sugirió con simpleza.

OBSESIÓN [FreenBecky] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora