Alexandra.
Me atreví a soltar una gran carcajada cuando vi Alexander salir de la piscina empapado y con el peluche de felpa entre sus manos.
—¿Ya me puedo largar de tú casa?
—Si no quieres que te tome en brazos y te lleve a la habitación, te recomiendo que hagas silencio.
Me atreví a sonreír, y esto no le gusto Alexander porque entrecerró sus ojos y posteriormente lanzo el gato de felpa a mis pies.
—¿Dónde esta Patricia?
Me lleve la tasa de café a los labios y poco después me encogí de hombros.
—No se…
Alexander me brindo una mirada fulminante.
—Alexandra… no me toques las pelotas porque te puede ir muy mal.
—Esas pelotas que dices, más bien son canicas de los pequeñas que son.
El hombre miro hacia el cielo y recitó varias palabras.
—Dios, por el amor tuyo. Toca Alexandra padre amado. Por la grandeza de tu espíritu renueva a esta oveja descarriada…
—Deja el drama Salvatierra y ordena mi libertad, si no quieres seguir sufriendo.
—Es mejor que te detengas, porque no permitiré que te marches de esta casa así que todo lo que estas haciendo lo estas llevando acabo en vano.
Luego de estas palabras apreté la tasa de café con fuerza.
—Hare de tu maldita vida un verdadero infierno.
—No te preocupes querida, porque no me asustan para nada residir en el mismísimo infierno.
Salvatierra guiño uno de sus ojos, y esto fue capaz de hacer corto circuito en mi.
Juro que te voy a borrar esa maldita sonrisa de los labios a como de lugar, Alexander Salvatierra.
Antes de que mi verdugo se marchara, uno de los tantos hombres que tiene a su disposición se acercó a pasos agigantados hacia nosotros.
—Señor. Creo que debería presenciar lo que esta sucediendo…
Alexander tras escuchar estas palabras coloco sus ojos en el guardián.
—¿Ahora, que sucede? -inquirió con voz dura.
—Se trata de su gata Patricia…
Él en cuanto escucho esas palabras coloco sus ojos en mi.
—¿Qué le hizo la diabla a mi pobre bebé?
—¡Oye…! ¿por qué me culpas a mí?
—Te culpo porque eres la única que podría conspirar en contra de la vida de mi pobre e indefensa gatita.
Deje la tasa sobre la mesa y me dispuse a levantarme de la silla.
Caminé cortos pasos hasta estar al frente de Alexander.
—¿Qué le sucede a la gata? -me atreví a preguntarle al guardián.
El guardián cuando coloco sus ojos en mí, se sonrojo explosivamente.
Uhhh… eso me puede servir.
No seas puta, Alexandra. Cordura me reclamo.
E inmediatamente apareció locura.
Si te da la gana, sé la más puta más grande. Locura me animo.
Yo por mi parte sacudí mi cabeza porque esta pelea entre cordura y locura no me llevaría a ningún lado.
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¡Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]
RomanceElla quiere venganza. Y Él solo quiere una dulce y delicada niña.