Capítulo 13: Amor.

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Alexandra.

Mientras más recordaba lo que mi padre había hecho, más me dolía.

-Alex. -escuche la voz de mi madre penetrar en mi oído y me fue inevitable no derramar más lágrimas.

¿Por qué todo tenía que terminar así?

¿Por qué de un día para otro nuestra unión familiar se volvió una pura mierda?

¿Por qué él nos daño?

Tengo tantos por qué, pero estos lastimosamente no tienen respuesta.

Abrace con fuerza el cuerpo de Alexander, mientras lloraba.

Porque de alguna inexplicable razón el abrazar su cuerpo lograba que me sintiera un poco mejor.

-Diablita. No me gusta verte llorar.

-A-alex -murmure entrecortada.

-Ponte de pie, retamé, gritarme, amenazamé con rebanarme el cuello, pero deja de llorar Alexandra.

Detuve mi llanto después de escuchar esas palabras.

Alexander tenía toda la razón, porque por más que llorara no podría cambiar lo que ha sucedido, así que es mejor volver a ser la diabla, quedarme llorando con las rodillas en el suelo, mientras abrazaba Alexander con fuerza.

Por más que llorará no podría cambiar el daño que mi padre nos habia caudado.

-Alexandra, hija.

Deshice el abrazo que mantenía mi cuerpo unido con Alexander, y con enojo me limpie las lagrimas.

-Alexa...

-Estoy bien mamá. -inquirí y posteriormente me coloque sobre mis pies.

Y Alex copió mi acción.

-¡Esa es la mujer que llego a mi casa a matarme...!

-¿Qué hiciste qué...?

-Idee un plan para acabar con el hombre que desprecio a Itzel, así que, entré a casa de Alex pensando que se trataba del hombre que había lastimado a mi hermana. Y en varias oportunidades estuve a punto de matar a Alexander, pero él es más ágil que yo, así que se salvo de milagro. Fin de esta triste historia mamá.

-¿Alexandra, estas mal de la cabeza?

Me encogí de hombros.

-Quizas sí madre, porque para ti desgracia has presenciado con tus propios ojos que mi padre no esta muy bien que digamos, así que existe la posibilidad de que tenga varios tornillos flojos igual que él.

Mamá hizo una mueca, luego de escuchar esas palabras.

-Pierda cuidado suegrita, porque ya he dominado a la diabla que su hija lleva dentro, así que ahora le prometo que ella destilara amor por todos los poros de su cuerpo.

-¿Suegrita?

-Madre... te presento Alexander Salvatierra.

-Su hombre. -Alexander inquirió estas palabras y poco después extendió su mano derecha hacia mi madre.

Mamá enarcó una de sus cejas mientras sonreía. Y un segundo después tomó la mano que Salvatierra le ofrecía.

-Mucho gusto Alexander.

-El gusto es mío, señora. Aunque esta no es la forma en la que imaginaba conocerla.

-Mamá, ¿dónde te quedaras?

-Hija, ¿se te olvidó que tengo una cuenta de banco con muchos dígitos e innumerables ceros?

-No necesariamente usted se tienen que ir a vivir a un hotel, suegra. Porque es bienvenida en nuestra casa.

¡Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora