Alexander.
—Mi señora.
Que bonita se escucha esa palabra salir de mis labios.
La puerta de mi despacho, dejándome mostrar a Martín.
—Esa mujer me tiene al borde de la locura, Alex.
—¿Ahora que te hizo?
Martín golpeó con fuerza el suelo luego de escuchar esas palabras.
—Esa diabla sedienta de sangre me lanzó el desayuno a la cara, con todo y la vajilla carísima que compraste en Italia.
Me lleve las manos a la cabeza y masajee mi sienes.
—Ella me tiene al borde de perder los estribos.
Pobre de él. Porque desde lejos se puede distinguir que esa mujer le encanta joderle la existencia a Martín. Y como ella sabe que él le sigue la corriente lo jode más.
—Pues tendrás que aguantarla porque esa mujer no pondrá sus pies en la calle hasta que sea mi dócil mujercita.
—Eso es suicidio, Alex…
—Me importa un comino lo que sea, Martín. -mi amigo se dejo caer en el sofá de mi despacho. Y poco después soltó un suspiro. —¿Qué investigaste de ella?
—No te voy a negar que fue bastante difícil rebuscar en el montón de tierra que tienen esa mujer, pero no me di por vencido.
—Ve al grano, Martín.
—¿Al grano tuyo o el mío? -se mofó él y a mi no me quedo de otra que lanzarle una mirada fulminante.
—Ve a los pequeños granos tuyos…
—Mis bebés no son diminutos.
—Ve al bendito punto Martín…
Martín bufó.
—Esto es increíble Salvatierra… con tus acciones me has demostrado que solo me quieres para que hagas los trabajos sucios por tí. Eres cruel, muy cruel…
Oh, por Dios.
Estoy a punto de presenciar los molestos dramas de Martín.
¿Es que… no puedo tener un amigo normal?
—Si no quieres que te reinicie con un buen golpe deja tu maldito drama.
—Ademas de querer utilizarme, me quieres maltratar Alex…No esperaba eso de tí.
—Mar…tín.
—Voy a interponer una demanda por todos los daños psicológicos que me has causado. Y a tu mujercita le llegará la demanda por daños a mi integridad física.
—Trata de que ella no se enteré de eso, porque terminara lo que empezó con más gusto que antes.
Martín nego.
—Ustedes par de abusadores merecen vivir toda su vida juntos, porque son de la misma calaña. Abusadores de mierda.
Tras estas palabras recline mi espalda en mi silla giratoria.
—¿Qué sabes de la dama?
—¿Dama? A esa mujer deberías llamarla rambo. Porque una damisela no hace lo que ella y mucho menos le pasa por la cabeza desgarrarle el cuello a otra persona.
—¿Qué sabes de ella?
—Su nombre es Alexandra Kemers.
—¿Alex… Alexander?
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¡Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]
Roman d'amourElla quiere venganza. Y Él solo quiere una dulce y delicada niña.