Capítulo 18: Cupido, sin alas.

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Alexandra.

Después de escuchar esas palabras de parte de Alexander, me lancé a los brazos de él.

—Gracias, gracias... -posterior a estas palabras deje un beso en la mejilla de Alexander.

—Diablita...

—Te quiero, te quiero.

—Alex, tienes que...

Me separé de Alexander antes de que él pudiera hablar. Y me acerqué a donde se encontraba el doctor.

—¿Doctor, que presenta el pequeño?

—El niño, presenta una fuerte infección en las amígdalas, de varios dias de evolució. Además, tiene un ritmo cardiaco irregular, lo cual desencadenó a que se ocasionará un paro cardiaco.

Asentí levemente y poco después desvíes mis ojos hacia el niño.

—¿Tenemos que llevarlo al hospital?

—Sí, sería lo más factible. Porque el pequeño se encuentra bastante delicado.

—Alexandra, salvaste al pequeño.

Gire mi cabeza hacia Victoria, y la logré ver  llorosa y con el rostro totalmente roja. 

—¿Qué esperabas que hiciera?

—Alexandra... -escuche la voz de advertencia de Alexander.

—Esta diabla, no es tan mala como lo aparenta.

—Troglodita... no me tientes porque puedo mandar a la misma mierda la promesa dejarte en paz.

—No necesito que coloques la bandera blanca de la paz, diabla.

—A pues ya lo sé... -le guiñe un ojo. —Así que espero que después no te arrepientas.

Martín se encargó de rodar los ojos.

—Vete de paseo diablita.

El mastodonte después de inquirir estas palabras giro sobre sus pies, para marcharse de la habitación.

Entrecerré mis ojos, mientras lo observaba fijamente.

—Alexandra...

Coloque mis iris en Alexander.

Y no dude en abrirme paso para llegar hasta donde él se encontraba.

—Yo me encargaré de llevar al pequeño al hospital y de realizar todo el papeleo que el hospital requiera para ingresarlo, mientras que tú te dispondrás a descansar. -luego de escuchar esas palabras abrí mi boca para objetar. Pero él apresuró su voz. —No quiero peros, porque no hay peros que valgan. Así que has lo que te digo, sin rechistar y sin peros...

—Alex...

—Ya hablé contigo Alexandra, así que te quiero ver descansando.

—Estoy bien, Salvatierra. No tengo porque descansar.

—Creo que tu cerebro olvidó que llevas a dos niños dentro de tí, y que no puedes hacer lo que te venga en gana si quieres tenerlos entre tus brazos dentro de algunos meses.

—Pero...

—Pero nada... así que quiero que te marches a la habitación a descansar sin rechistar. -entrecerré mis ojos. —Sin rechistar, dije...

Me cruce de brazos y ante esto Alexander me desafío con la mirada.

—Si haces lo que te pido te prometo que mañana mismo registramos al pequeño como nuestro...

¡Quiero una heredera! [#4 de la saga Heredero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora