Capítulo 1

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- ¡Hermana! - gritó Sota al ver como aquel demonio arrastraba a Kagome al interior del pozo.

- ¡Tú sacerdotisa Kikyo! - gruñó aquel engendro, tomando su rostro con ambas manos - ¡Entrégame la perla de Shikon!.

- ¡¿Qué?! - gritó, tratando de liberarse - Yo... ¡me llamo Kagome! - le dio una bofetada, provocando que retrocediera, al mismo tiempo en que una luz salía de la palma de su mano.

Yo... ¿Yo hice eso?

Una cálida y tranquila mañana se desarrollaba en aquel mundo. La sacerdotisa se encontraba en su casa, cocinando el desayuno para ella y su hermana, cuando se percató de lo que estaba sucediendo.

- Esa presencia - levantó la vista, al mismo tiempo en que fruncía el ceño - Viene del pozo.

Tomó su arco y sus flechas, saliendo en dirección de aquel lugar.

- ¡Humg! - logró colgarse de los bordes, al mismo tiempo en que recuperaba el aire - ¿Dónde estoy? - haciendo un último esfuerzo, logró sentarse en el pozo, mientras observaba la naturaleza a su alrededor - Esta no es mi casa - murmuró.

- ¿Quién eres?

Kagome giró, encontrándose con aquella mujer de vestimenta antigua, la cual la estaba apuntando con una flecha.

Esta mujer... es humana... no detecto ninguna aura maligna a su alrededor... al contrario.

- Responde - dijo con firmeza - ¿Acaso tú también quieres apoderarte de la perla?

¿Perla? ¿De que está hablando? Esa cosa... también mencionó algo sobre una perla.

- Yo...

En ese momento, aquel demonio emergió del pozo ante el agudo grito de la joven.

- ¡¿Qué?! - se sorprendió - ¡¿Por qué no me percaté de su presencia?!

Lanzó su flecha, lastimando una parte del cuerpo de la mujer ciempiés, al mismo tiempo en que Kagome comenzaba a correr en dirección al bosque.

- ¡Maldita! - gritó girando su cabeza ante el movimiento de ella - ¡No escaparás! - comenzó a seguirla.

Quiere a esa chica.

Corría sin tener una dirección clara mientras volteaba ante los gruñidos de la mujer demonio.

- ¡El árbol! - gritó al reconocerlo - ¡No estoy lejos de casa!

En ese momento, el demonio se abalanzó sobre ella, envolviéndola contra aquel árbol, acercando su cabeza a la de ella mientras gritaba desesperadamente.

- ¡Al fin te comeré!

La morena cerró sus ojos, esperando la muerte.

- ¡Garras de acero!

Pudo sentir como el cuerpo de la mujer ciempiés perdía sus fuerzas, y caía sentada sobre las ramas que sobresalían. Abrió los ojos y notó la figura de un hombre parado delante de ella.

- Maldito híbrido - gruñó el demonio - ¡Apártate de mi camino!

- Ja ¡ya me tienes harto! - saltó, empuñando sus garras - ¡Garras de fuego!

Hirió su rostro, para posteriormente cortar a la mitad su cuerpo ante la atenta mirada de la joven. Una vez que el cuerpo del yokai dejó de moverse, el hanyo corrió en su dirección.

- ¡Kikyo! - gritó, acercándose - ¿Estas bien? ¿Te lastimaste? - se arrodilló delante de ella - ¿De dónde sacaste esa ropa?

- ¿De que hablas? - fueron las únicas palabras que pudo decir.

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