Capítulo 24

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- Es aquí - sonrió - Puedes darte un baño con tranquilidad, yo iré a casa por unas toallas y algo de ropa para que te cambies.

- Gracias - le devolvió la sonrisa - Es usted muy amable.

- No tienes que agradecer - pasó por su lado, acercándose a la morena - Kagome, ¿puedes vigilar a Rin mientras voy a la aldea?

- ¿He? - desvió la mirada - Claro.

- ¿Estás bien? Tu mirada... parece triste.

- Si... no te preocupes.

No puedo... mirarte a los ojos Kikyo, no después de lo que pasó con Inuyasha.

- Regresaré en un momento.

La miko emprendió su camino mientras Kagome la observaba y Rin comenzaba a quitarse la ropa para sumergirse en la cascada.

Mientras tanto, en el árbol sagrado...

- Grrrr ¿por qué no regresa? - pronunció, con sus brazos cruzados, sus ojos cerrados y su ceño fruncido - Necesito terminar con esto de una vez.

O esta molestia en mi pecho no desaparecerá jamás.

- ¿He? - elevó su mirada - Es ese extraño olor de nuevo... no sé que será pero no presiento nada bueno - volvió a mirar al frente, suspirando - Deberás esperarme un momento, Kikyo.

Comenzó a correr, adentrándose más en el bosque sin percatarse que el dueño de aquel aroma se detuvo al frente del árbol sagrado.

- Kukuku... bien hecho Inuyasha, sigue mi pista falsa... mientras tanto... yo iré a hacerle compañía a Kikyo un momento.

Sonrió cínicamente al mismo tiempo en que tomaba la forma del híbrido y comenzaba a dirigirse en dirección de la aldea.

- Hiciste un muy buen trabajo al cuidar de Shippo, Kaede - la miró por sobre su hombro mientras caminaban en dirección de la cascada.

- Muchas gracias, hermana - le devolvió la sonrisa.

- Y tú Shippo, ¿Cómo te encuentras?

- Mucho mejor señorita Kikyo - respondió, visiblemente más animado - Quiero... agradecerle por todo lo que hizo por mi.

- No tienes que agradecer, es mi deber ayudar a quién lo necesita.

Caminaron durante unos metros más hasta que una voz conocida hizo que la joven mirara hacía su derecha.

- Kikyo...

- Inuyasha - se sorprendió - Pensé... que me esperarías en el lugar que dijimos.

Qué extraño... a pesar de que se encontraba a unos metros de mi, no logré sentir su energía.

- Lo siento, pero... no puedo esperar más.

La miko sonrió, girando en dirección de su hermana al mismo tiempo en que se ponía en cuclillas.

- Ten - le entregó la ropa y la toalla - Kagome está en la cascada junto a la jovencita Rin, entrégale esto... luego iré hasta allá.

- Hermana... - miró disimuladamente a Inuyasha, quién poseía una seria expresión - ¿Qué vas a hacer tú?

- Sólo tengo que hablar con Inuyasha un momento - puso su mano sobre su hombro - Puedes estar tranquila, iré en cuanto me desocupe.

Por favor hermana... no vayas.

Pensó la niña, mientras su pecho comenzaba a apretarse sin saber el porque, sin embargo decidió guardar silencio.

- Está bien... ten cuidado.

- Lo haré, puedes estar tranquila, estaremos en el árbol sagrado por si ocurre una emergencia - le dedicó una última sonrisa antes de voltear y comenzar a caminar junto con el hanyo.

La niña se quedó observando aquella imagen.

- Kaede - la voz del niño la devolvió a la realidad - ¿Estas bien?

- Eso creo, Shippo - trató de fingir una sonrisa - Ven, vámonos...

Caminaron unos metros, ambos permanecían en silencio hasta que el peliplata decidió romper con ello.

- Kikyo - la miró - No quiero esperar más.

- Inuyasha - sonrió - ¿Estas seguro?

- Si - se detuvo, tomándola de la mano - Pediré mi deseo, aquí.

- De acuerdo.

La mano de la joven temblaba notoriamente mientras la introducía en su hakama, lugar en el que había guardado la perla.

- Aquí está...

Antes de que pudiera extender su mano el hanyo la abrazó fuertemente, sorprendiéndola.

- Seremos muy felices Kikyo... te lo prometo - sonrió.

- Inu... - cerró sus ojos, envolviendo la espalda del joven con sus brazos.

¿Qué?

El agarre en el cuerpo de la mujer comenzó a ser más intenso.

- Inuyasha - abrió sus ojos - Me... me estás lastimando.

- Lo sé.

- ¿Qué?

Clavó sutilmente sus garras en la espalda de la mujer, al mismo tiempo en que, sin hacerle mucho daño, la empujó, provocando su caída y arrebatándole la perla en el proceso.

- Al fin te tengo en mis manos - pronunció, sonriendo y observando la joya.

- Inuyasha... ¿Qué estás...?

- ¿Qué te pasa? ¿Estás confundida? - se burló - ¿Realmente pensaste que quería convertirme en humano?

- ¡¿QUÉ?!

- ¡Tonta! - empuñó sus garras, atacándola, sin embargo ella se cubrió en un campo de protección - Hm - volvió a sonreír - Si quieres recuperar la perla, te espero en el árbol sagrado, quién gane la batalla, se quedará con ella.

Comenzó a correr en dirección al bosque.

Inuyasha... tú... ¿de verdad me estás traicionando?

Se puso de pie, procesando la escena vivida, mientras sus ojos comenzaban a humedecerse.

- Maldito... ¡Maldito seas! - gritó.

Mientras tanto en el árbol...

- Qué extraño - murmuró, volviendo al árbol y apoyándose en el - Al final no había nada por allá - cerró sus ojos.

Sin embargo, este perturbable olor... se encuentra muy cerca de aquí... ¿ésta sobre mi?

Los abrió, encontrándose con algo brillante que caía desde el árbol.

- ¿Qué es eso? - tomó el objeto, al mismo tiempo en que sus orbes dorados se dilataron ante aquella imagen - ¡¿La perla de Shikon?!

Pero... es imposible, Kikyo siempre está con ella, eso significa que...

- ¡Algo le ocurrió a Kikyou!

Giró, con la intención de salir en busca de la miko, sin embargo no logró moverse más de dos pasos.

- ¡Muere Inuyasha!

Aquella flecha impactó en su pecho a la altura de su corazón segundos después de que aquella conocida voz retumbara por el lugar y la forma de la sacerdotisa emergiera del bosque. El imperceptible ruido de la joya cayendo al suelo resonó fuertemente en sus tímpanos.

- Ki...Kikyo - extendió su brazo, con una notable expresión de sorpresa en su rostro - Mi... miserable, ¿cómo... pudiste?

Su vista se nubló rápidamente, sin embargo eso no impidió que otra dulce voz y un nuevo rostro sonriente pasara por su mente antes de quedar completamente inconsciente.

Kagome...

La oscuridad lo envolvió por completo.

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