Capítulo 15

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- ¡Al fin en casa! - sonrió, elevando sus brazos.

- Feh - cruzó los suyos - No sé como puede gustarte esta época tan extraña y complicada.

- Supongo que es porque nací en esta época, ¿no te parece?

- Oye, no te pases de lista - entrecerró sus ojos.

La tomó de la cintura y salieron del pozo para seguir su avance hacia la salida del templo.

- Podré darme un baño caliente...

El giró su cabeza, intentando ocultar el rosado de sus mejillas al recordar la secuencia en la que la vio bañarse por primera vez.

Su gesto de placer al entrar en contacto con el agua...

Meneo la cabeza, intentando apartar aquellos pensamientos antes de que hicieran estragos en su anatomía masculina.

- ¿Estas bien? - lo miró confundida.

- Se - trató de parecer calmado - Sólo detesto este lugar.

- Bueno, quizás eso sea porque no lo conoces bien.

Tal vez... debería intentar mostrarle a Inuyasha un poco más de este mundo... puede ser muy divertido después de todo.

- ¿Qué me ves? - su falsa irritabilidad era su forma de mantenerse emocionalmente alejado de la joven.

- Nada - sonrió - Sólo pensaba.

Los últimos metros los transitaron en silencio, hasta que ingresaron a la casa.

- ¡Hermana! ¡Orejas de perro! - el niño fue el primero en recibirlos, abrazándolos a ambos.

- ¿Qué... Qué haces niño? - abrió sus brazos, sorprendido y sonrojado.

- Sota - sonrió la mujer, dándole palmadas en la espalda.

- Me alegra mucho verlos - mantenía sus ojos cerrados, apretando su agarre.

- Kagome - su madre fue la siguiente en aparecer - Llegan justo a tiempo, estaba a punto de hacer la cena... se quedarán ¿no es así?

- Si mamá.

La mujer sonrió, reingresando nuevamente a la cocina mientras el niño se apartaba, observándolos.

- Hermana ¿Qué te ocurrió? Tu rostro, está un poco morado.

- ¿Te refieres a esto? - señaló su mejilla - No es nada, sólo me caí - respondió sin borrar su sonrisa.

El pecho de Inuyasha se apretó un poco al recordar la secuencia y la forma en la que el puño de Manten se había estrellado contra el rostro de la mujer. Aún no se perdonaba el no haber intervenido a tiempo.

Mientras los hermanos tenían una pequeña charla, él se limitó a observar las piernas de ella. Las cicatrices de las cortaduras y la herida provocada por la chuchilla de Yura eran casi imperceptibles, pero seguían allí, siendo un recordatorio constante de que su época era demasiado peligrosa para Kagome, al menos en los momentos en los que él no estaba presente para protegerla.

- Necesito darme un baño - dijo suspirando - Sota ¿podrías entretener a Inuyasha?

- ¡Claro! - se emocionó.

- No necesito una niñera - respondió en un tono huraño.

- Ya lo sé - lo miró, sonriendo - Pero Sota es una buena compañía.

- Ven Inu - le tomó la mano y comenzaron a caminar hacia la sala en dónde el abuelo se encontraba sentado, leyendo su diario.

- Bienvenidos - pronunció sin mirarlos - Supongo que mi nieta regresó contigo.

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