Capítulo 4

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Ingresó a la habitación con su pijama, el cual consistía en un corto vestido de seda, ya colocado

- Por fin - se quejó - ¿Es que te fuiste a otra casa o que?

- ¿He? - lo miró.

En ese momento, aquel sueño húmedo se hizo presente e, inevitablemente sus ojos se posaron sobre la entrepierna del híbrido al mismo tiempo en que se sonrojaba.

- ¿Qué te ocurre? - se sonrojó mientras la imagen de la joven completamente desnuda se intercalaba con la que tenía al frente.

- N... nada - volteó, tratando de disimular lo que sentía - Puedes dormir con mi hermano si quieres.

- No - abrió la ventana - Dormiré afuera.

- ¿Y eso por qué?

- Porque no necesito esta cosa - miró la cama.

- Espera - él volteó - ¿Siempre has dormido a la intemperie?

- Desde que mi madre murió.

- Puedes... puedes quedarte aquí... si no quieres ir al cuarto de Sota.

- No te preocupes por mi - se lanzó.

Sólo de esa manera podré evitar el deseo que siento por ella.

Pensó, mirando la ventana, al mismo tiempo en que comenzaba a caminar.

- Supongo que éste árbol está bien - dijo, parado delante del árbol sagrado - ¿Qué será esa marca que posee al medio? Bah, eso no me incumbe - saltó, sentándose en una de las ramas.

Fueron demasiadas cosas para un solo día... fui atacada por un demonio, conocí la época en la que Inuyasha vive con Kikyo... y tuve un sueño extraño con él.

Pensó ella mientras se acostaba.

- No hay nada más cómodo que mi cama - sonrió, cerrando sus ojos - Sólo espero no tener que regresar nunca más a ese lugar... de seguro encontraré la forma de que Inuyasha pueda volver solo... - abrió sus ojos - ¿A quién engaño? No podré dormir sabiendo que él esta afuera.

Se levantó, colocándose las pantuflas y su abrigo.

No debería estar aquí... necesito regresar y cumplir con lo que prometí.

- Kikyo - murmuró - ¿Estarás buscándome?

- Inuyasha - aquella voz lo sacó de sus pensamientos, provocando que mirara hacia abajo.

- ¿Qué estás haciendo? - la observó, tapada con un pesado abrigo y unas cosas extrañas en sus pies. Parecía estar bien cubierta, sin embargo, sus piernas tiritaban.

- Ven... hace mucho frio.

- Feh - miró a un costado - Pues estoy acostumbrado.

- Inuyasha.

- ¡No necesito de tu compasión Kagome! - gritó, mirándola, sin embargo sus ojos se abrieron en señal de sorpresa al notar su expresión.

¿De verdad quiere que la acompañe?

Suspiró, lanzándose del árbol.

- De acuerdo - gruñó.

- Gracias - sonrió, mientras comenzaba a caminar en dirección a la casa.

Mientras tanto, en la época feudal.

El olor de Inuyasha ha desaparecido por completo ¿Cómo es eso posible?

Frunció el ceño, mientras se encontraba parado delante del pozo.

- Su rastro termina aquí - miró hacia abajo.

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