Capítulo 9

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Los últimos rayos del sol alumbraban la aldea mientras la joven sacerdotisa regresaba de su recolección de hierbas.

- Hermana - salió a su encuentro.

- Hola Kaede - sonrió - Lamento la tardanza, pero el joven Onigumo me pidió que me quedara unos momentos más a su lado - ingresó, dejando las cestas a un costado - Y luego fui por unas hierbas.

Miró la cabaña, percatándose de que la niña se encontraba sola.

- No encuentro a la señorita Kagome por ningún lado.

- ¿Qué? - se sorprendió.

- Hoy a la tarde... fue a la cascada y no regresó - pronunció, preocupada.

- ¿Y no fuiste por Inuyasha?

- Si, pero tampoco logré encontrarlo.

Algo debió ocurrirle a Kagome y... es muy probable que Inuyasha haya ido por ella.

- ¿Podrías ir a la casa de la señora Izumi? - se puso en cuclillas delante de ella - Yo iré a la cascada, quizás encuentre algún rastro de ellos.

- Pero hermana... es muy peligroso, además - miró hacía afuera - Pronto anochecerá y... - miró su collar - Podrían atacarte para robar la perla de Shikon.

- No te preocupes por mi, hermana - puso su mano sobre su hombro, sonriendo con ternura - Mis flechas jamás permitirían que saliera herida.

Intentó transmitirle la mayor seguridad posible. La niña asintió y, tomando su mano, salieron de la pequeña casa, en dirección de la cabaña de una de las vecinas.

Mientras tanto.

La reciente noche fue alumbrada por el destello que emanaba del ojo derecho del híbrido mientras su medio hermano quitaba la perla de su interior.

- Al fin - sonrió, tomando aquella joya y soltando al hanyo.

- ¡Inuyasha! - se arrodilló a su lado - ¿Estas bien?

Ambos miraron al frente, observando al yokai contemplar aquella perla.

- ¡Óyeme tú! - se puso de pie - ¡Eso no te pertenece!

- ¡No lo enfrentes Kagome! - dijo la pulga - El joven Sesshomaru te aniquilará.

- Hm - los miró - ¿Qué te parece... si acompañas a tu honorable hermano, a la tumba de nuestro padre?

Jaken corrió a su lado, entregándola el báculo mientras él dejaba caer la perla al suelo. El demonio insertó aquella arma sobre la joya, la cual comenzó a emitir un brillo rosado mientras la cabeza masculina del báculo emitía un risa siniestra. En ese momento, un portal se abrió y, sin decir más, ambos yokais ingresaron en el.

- ¡Amo Inuyasha! - saltó sobre su hombro - ¡No puede permitir que el joven Sesshomaru se apodere del tesoro de su padre!

- ¿El tesoro de mi padre? - lo miró sorprendido.

- Así es... su padre guarda un importante objeto dentro de su tumba y dudo mucho que el joven Sesshomaru sea el destinado a poseerlo.

Después de todo, la perla negra se encontraba dentro de su ojo.

- Bien... Kagome, quédate aquí... - miró hacia atrás, notando que ella ya no estaba.

- La señorita Kagome acaba de ingresar al portal - respondió la pulga.

- ¡¿Qué?! - corrió, lanzándose en el.

Ese maldito presumido... no le perdonaré lo que le hizo a Inuyasha.

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