Capítulo 10

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La mujer se acercó a la cascada, parándose a la orilla de ella, contemplando el lugar.

No hay nadie... sin embargo, puedo sentir su presencia, lo que significa que también estuvo aquí.

- Sesshomaru - pronunció - ¿Has vendió a atacar a Inuyasha?

Miró en dirección al bosque.

Mientras tanto, en el interior de la tumba del padre de los jóvenes, Inuyasha se encontraba con su espada apuntando a su hermano quien se había transformado.

- ¿E... es... un perro?

- Es un perro demonio Kagome - dijo el anciano Myoga sobre su hombro - Esa es la verdadera apariencia del joven Sesshomaru.

- ¿Cómo llegaste aquí?

- ¡Eso no importa!

- Entonces... ¡¿Quieres decir que no es como se mostraba anteriormente!?

- Aléjense - pronunció con seriedad - O va a matarlos.

- Pero Inuyasha...

- No me contradigas Kagome - la miró por sobre su hombro - Si algo te sucede...

- Lo sé... Kikyo no te lo perdonará.

- No... yo no me lo perdonaré.

- ¿Qué? - abrió sus ojos en señal de sorpresa - Inuyasha...

- Kagome - saltó la pulga - Tenemos que irnos de aquí o puedes morir.

- No - dijo con firmeza - No te dejaré Inuyasha.

- ¡No te lo estoy sugiriendo Kagome! - frunció el ceño - ¡Vete de aquí!

En ese momento, el yokai dio un salto, obligando al híbrido a tomar a la joven por la cintura y retroceder. El lugar comenzó a temblar ante los recurrentes ataques del perro demonio.

- ¡Está loco! - gritó ella.

El hanyo la colocó de espaldas frente a él mientras, sosteniendo su cintura la elevaba.

- Sujétate de allí.

- Pe... pero.

- ¡Sólo hazlo!

Con ambas manos sobre su trasero, la empujó para que ella logrará subirse.

- Prométeme que llegaras sana y salva - la miró.

- Inuyasha... yo...

El híbrido corrió en dirección a su hermano.

- ¡El amo Inuyasha estará bien, Kagome! ¡Pero debemos irnos!

- Anciano Myoga - murmuró - Yo... no quiero alejarme de él.

- Pero si nos quedamos aquí, lo único que lograremos es desconcentrarlo.

Miró al frente y vio al pequeño demonio huyendo, tomándose de donde podía.

Inuyasha... por favor... ten cuidado.

Entrecerró sus ojos, con el mismo brillo que los orbes dorados del joven habían mostrado al mirarla y, contra toda su voluntad, comenzó a escalar. El yokai la observaba atentamente.

- Él... no piensa atacarla - murmuró, observando a su hermano - Entonces... ¿de verdad le atrae?

Meneo la cabeza ante aquellos pensamientos que lo único que ocasionaban era aumentar el deseo de acabar con él.

- ¡Sesshomaru! - gritó - ¡Conmigo tienes que pelear!

Comenzó a agitar la espada mientras su hermano intentaba golpearlo con una de sus patas. Un pronunciado gruñido abandonó los labios del perro demonio, el cual comenzó a lanzar su saliva cubierta de veneno.

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