Capítulo 18

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- Hermana, es hora de irnos - dijo el niño con su mochila colocada, asomándose a la cocina.

- ¿Ya? - se sorprendió.

Terminó de guardar los utensilios y se dirigió a su habitación, en dónde el hanyo se encontraba de cuclillas sobre la ventana.

- Inuyasha - pronunció, él volteó - Debo irme - tomó su mochila.

- ¿Qué? - murmuró - ¿A dónde te vas?

- Tengo que ir a la escuela... ya te lo había dicho.

Realmente necesito volver a la escuela... tengo que ponerme al día con las materias...

Aquella frase pasó por su cabeza.

- No pensé que sería tan pronto.

Ella pudo notar un pequeño dejo de tristeza y ¿miedo? en su mirada.

- Oye... ¿Qué te ocurre? - se acercó - Regresaré - sonrió - No tienes que preocuparte todo el tiempo.

- De acuerdo - aquella sonrisa hizo que su corazón se calamara - Sólo... ten cuidado.

- Tranquilo - caminó hacia la puerta - He echo esto por años, tú sólo quédate aquí y no salgas.

- ¿Por qué?

- La gente de esta época no está acostumbrada a yokais o hanyos... puedes meterte en problemas - tomó el pomo - Puedes quedarte con mamá o el abuelo - volvió a sonreír.

- ¡Hermanaaaaa!

- ¡Ya te oí! ¡Nos vemos Inuyasha! - le sonrió una última vez y salió del lugar.

Gracias a su oído super desarrollado pudo saber la forma en la que ella bajaba las escaleras y el momento en el que abrió la puerta de entrada, sin embargo no tuvo que utilizarlo por más tiempo ya que la imagen de la adolescente y su hermano aparecieron frente a sus ojos, dirigiéndose a toda velocidad hacia las escaleras del templo.

Kagome.

Suspiró.

- ¿Quieres un té? - volteó ante la voz de la mujer - Oh, lo siento - sonrió - No quise incomodarte.

- Eh... no, no lo hizo.

- Con el abuelo tomaremos un té... ¿quieres acompañarnos?

- Estem... de acuerdo.

- Puedes bajar si quieres - volvió a sonreír, saliendo de la habitación.

Ahora entiendo de dónde heredó Kagome su lado amable.

Volvió a dirigir la mirada hacia afuera, en dónde el sol alumbraba todo el lugar, aunque el aire fresco le recordaba que el otoño estaba cerca aún en aquella época. Abrió ligeramente sus ojos al recordar algo.

¿Sucederá también aquí?

Pensó, llevando su mano a la cara en señal de frustración.

- Maldición... como si no tuviera ya suficientes problemas sólo con haber conocido a esta niña.

Suspiró y descendió con intenciones de salir de la habitación, no sin antes contemplarla y empapar su nariz con aquel dulce aroma.

- Todo este lugar... tiene la excelente esencia de Kagome...

Sonrió levemente, dirigiendo sus ojos al suelo, sintiéndose avergonzado por tener palabras románticas aún cuando nadie pudiera escucharlo.

Descendió las escalera e ingresó a la cocina, en dónde el abuelo se encontraba sentado con su diario cubriendo gran parte de su cara.

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