Víctima o Victimario II

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La enorme puerta de la familia Malaiwong se veía imponente ante Rebecca.

Había estado muchas veces allí, cuando le daba tutorías a quien jamás sospechó que se convertiría en la villana de su historia.

Los nervios hicieron su aparición sin poder evitarlo. Había llegado hasta allí como si un vendaval la llevara, pero estando frente a esa casa, con la perspectiva de enfrentar a esa chica que la había humillado y había jugado con sus sentimientos, el valor se estaba diluyendo rápidamente. Pero el recuerdo de Freen y lo que había leído en Wattpad hicieron que el coraje brotara mezclado con la ira.

Me acuerdo cada coma y acento de lo que dijo, porque fue el momento en que mi corazón se rompió.

—Nadie se mete con mi chica— murmuró Becky entre dientes, mientras elevaba su puño para aporrear la gruesa madera. Dejó salir un gemido de dolor por sus pobres nudillos magullados, lamentándose de no haber utilizado el timbre que se encontraba a pocos centímetros.
Al parecer nuestra heroína no es muy observadora.

Ahora sí, usando el útil timbre, esperó con la ansiedad trepando por su cuerpo.
Más rápido de lo que esperaba, Irin se materializó frente a ella.

Usaba sus típicos shorts cortos y camiseta ajustada, resaltando sus atributos naturales. A Rebecca le sorprendió ver ello y esta vez sentir que se veía vulgar y ordinaria, muy contrario a los sentimientos que le despertaba antes.

—¿Rebecca?— preguntó la chica nerviosa, genuinamente perpleja al verla allí. La británica se tomó un momento antes de responder, cuando la dueña de casa la interrumpió —¿Qué hacés aquí? ¿Por qué viniste?— cuestionó, con un leve tono de reclamo.

—Creo que es bastante obvio qué hago aquí— dijo, abriéndose paso dentro de la casa —Vengo a que me devuelvas mi brazalete, y a devolverte tu horroroso obsequio— explicó, arrojando la caja negra con cinta roja.

—Pues no sé de qué me estás hablando— respondió Irin con suficiencia, cruzándose de brazos, dejando bien a la vista el dichoso brazalete, ante la mirada incrédula de Rebecca.

—¿Eres tonta o qué? ¡Puedo ver perfectamente mi brazalete en tu muñeca Irin! ¿O me dirás que misteriosamente tienes una R en tus iniciales?— espetó con sorna, señalando el accesorio.

La ex porrista vió que no tenía mucha más salida de su engaño, así que rodando los ojos, se quitó la pulsera, arrojándosela a Rebecca a las manos.

—Ahí está, ya la tienes. ¿Contenta?— resopló, volviendo a cruzar sus brazos, y mirando en cualquier dirección, menos a Becky.

—Pues no. No estoy contenta— respondió, llamando la atención de Irin, que giró a mirarla —Necesito entender por qué lo hiciste. Lo de la apuesta, lo entiendo. Me parece horroroso, pero bien, es una idiotez de adolescente. Pero ¿por qué robaste mi brazalete?— inquirió, mirándola a los ojos, viendo como la chica se removía incómoda.

—Eso no te importa— dijo rotunda, desviando la mirada otra vez.

—¿Cómo puedes decir que no me importa? ¡Es MI brazalete! Obviamente me importa, y exijo saber qué diablos te pasó por la cabeza para hacerlo— demandó, apretando la mandíbula.

—Fue simplemente por diversión Rebecca. No necesita más explicación— replicó, dando un paso hacia atrás, aún evitando sus ojos.

—¿Diversión? ¿Y también la usas por diversión, meses después de haberla robado?— presionó, dando un paso hacia adelante, intentando descifrar las expresiones de Irin.
Rebecca era muy buena debatiendo, siempre había sido muy suspicaz para encontrar la verdad en las cosas, así que no iba a parar hasta escuchar la realidad de la boca de la ex-porrista.

—¿Sabes qué creo Irin? Creo que eres una envidiosa— expuso, cruzándose de brazos, otra vez obteniendo la mirada de la chica.

—¿Envidia? ¿Por qué sentiría envidia? Tengo todo lo que quiero— repuso soberbia.

—Tienes envidia de Freen— declaró mirándola a los ojos.

Irin se movía nerviosamente, mirando para todos lados, sin levantar la mirada hacia Rebecca, y de vez en cuando mirando hacia el piso de arriba.
—Eso no es cierto— negó secamente.

—Primero te metes con su primera novia. Luego robas el brazalete que ella me dió. Me tendiste una trampa a mi, porque seguramente te habías dado cuenta que yo le gustaba...y no conforme con eso, cuando la cruzaste en el centro comercial, le hiciste creer que yo te había dado el brazalete sólo para lastimarla— enumeró, sintiendose cada vez mas segura en su hipótesis, avanzando mas pasos.

—Dices estupideces— volvió a negar, caminando hacia atrás, esta vez sin apartar su vista de Rebecca.

—O tal vez no es envidia precisamente...— dijo Becky, entrecerrando sus ojos —Tal vez en realidad, estás enamorada de ella, y todo este tiempo solo has querido llamar su atención—

—¿Estás loca? ¿Cómo podría gustarme alguien como ella?— respondió con burla, girando para caminar hacia la cocina.

—Eres más tonta de lo que creí. ¿¡Cómo NO podría gustarte!? Es hermosa, es inteligente, graciosa, sensible...— refutó Rebecca, pensando en su novia, y en todas las cosas maravillosas que le hacía sentir, hasta que Irin la interrumpió.

—Si si, es la chica perfecta. Ya entendí— respondió con amargura, resoplando y dejando la cocina en silencio.

Algo en el gesto de hastío de Irin le pareció extraño, y como que no encajaba en su teoría.
Tras unos minutos de silencio, Rebecca habló.

—¿Entonces por qué?— insistió, implacable.

—¿De qué te sirve saberlo? Ya no importa— se lamentó Irin, cambiando su postura defensiva. Esta vez, parecía angustiada.

—Quiero saberlo. Dime por qué lo hiciste— volvió a exigir.

Irin parecía estar al borde del llanto, conteniendo la respiración, mientras Becky la miraba atentamente.
En eso, un recuerdo vino a su mente: la nota del regalo.
"Espero que pienses en mi cuando lo uses"

Había interpretado el regalo de lencería como una broma de mal gusto cuando llegó a la conclusión de que Irin se lo había regalado.
Pero...¿y si su deseo de verdad era que pensara en ella?

—Diablos...— susurró, dejando caer sus brazos, mirando a la ex-porrista con los ojos desorbitados —No es por Freen— concluyó. Irin la miró a los ojos, con pánico, comprendiendo que Rebecca había llegado a la conclusión correcta.

—¿Yo...te gusto?— preguntó dubitativa, a lo que Irin sólo pudo dejar escapar las lágrimas, en un gesto de derrota —¿Por qué nunca me lo dijiste?— cuestionó Becky.

—¿Qué por qué no te lo dije? ¿Qué no es obvio? ¡Porque está mal!— respondió con tristeza y frustración.

—¿Qué está mal Irin?— preguntó confundida.

—¡Ser desviado! Está mal. No es normal. No debería sentirme así por chicas— reprendió, agitando sus manos.

—Eso no es cierto. El amor es amor, no importa el género. Todos somos libres de amar a quien queramos— explicó, sorprendida de la cerrazón de la chica.

—JA, claro. Eso lo dicen para quedar bien. Pero no es así. No todas las familias lo ven así. Y hay un montón de lugares donde está mal visto— reprochó, cruzándose de brazos.

—Wuau...de verdad Irin, no quisiera estar en tus zapatos— dijo, totalmente atónita de lo que escuchaba, viendo como la poderosa Irin se veía como una niña atemorizada —Es triste ver como te aprisionas a ti misma. Algún día comprenderás que no puedes negar lo que sientes— murmuró Rebecca, casi con empatía, pues podía comprender su miedo, ya que no estaba muy lejos del que ella misma sentía meses atrás.

Mientras se giraba para encaminarse a la salida, Irin la sujetó de la muñeca, volviendo a girarla para quedar muy cerca de ella.
Se encontró con la boca de la ex-porrista muy cerca de la suya, y sus ojos mirándola casi suplicantes. Se paralizó ante el incomprensible cambio en el ambiente, viendo la mirada seductora de la chica que la volvió loca por años.

—Aún te gusto, ¿verdad Becca?—

Diario de una adolescente | FreenBeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora