La joven Jazmín se ve obligada a dejar su vida para convertirse en la asistente personal de la princesa Camille, una joven de carácter frío y distante. Jazmín entra en un mundo de intrigas palaciegas y deberes reales, donde su calidez y espíritu lib...
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Capítulo 31
Los siguientes días después de mi huida de Aurorion fueron un tormento, no quería comer y tampoco podía dormir ya que las pesadillas me perseguían cada vez que lo intentaba invadiéndome de imágenes de esos ojos verdes que tanto me amaba me miraban con dolor y traición.
El miedo también era algo que no me dejaba en paz, cada golpe en la puerta del departamento o cada llamada que recibía mi madre hacían que mi corazón se detuviera temiendo que Isaac estuviera fallando a su palabra pero por el momento parecía ser que estaba cumpliendo su palabra.
Mi mamá intentaba consolarme a diario con palabras dulces y brindándome todo su apoyo pero no me ayudaba a sanar las heridas profundas de mi corazón. Nicolás, a pesar de no estar recuperado buscaba hacerme reír o que saliéramos a dar algunas vueltas para distraerme, sin embargo sus intentos eran en vano.
Sentía que estaba atrapada en un mar de tristeza y desesperación, no había nada que me ayudara a dejar de pensar en Camille, no podía dejar de recordar los momentos junto a ella y en mi cabeza se repetía su voz diciéndome que me quería aunque eso en lugar de hacerme bien, provocaba que me sintiera cada vez más rota.
Una mañana, mi madre entró a mi habitación para informarme que llevaría a Nicolás a su rehabilitación y que aprovecharía para hablar con Thomas sobre el trabajo que le había ofrecido, al parecer sería algo de medio tiempo en lo que mi hermano seguía con sus sesiones de fisioterapia
- Está bien, mamá – murmuré sin mirarla
- Jazzy, ¿No crees que te puede ayudar buscar un trabajo para romper esta rutina de auto-destrucción que generaste? – eso hizo que mis ojos se clavaran en ella – No puedo seguir viéndote así, me duele el alma al escucharte cada noche llorar sin consuelo – me abrazó – Comprendo el dolor que estás cargando pero tengo miedo que la tristeza en la que estás envuelta me haga perder a mi hija
- Lo siento, mami – sequé sus lágrimas – Voy a darme una ducha, luego tomaré un café cargado y saldré a caminar por la ciudad en búsqueda de un trabajo
- ¿En serio? – asentí – Me llena de alegría escuchar eso
- Te quiero, má – besé su mejilla
- Yo te quiero más, hija – se levantó – Te veo más tarde
La vi salir con un estado de ánimo diferente a como había entrado, solté una larga respiración y luego cumplí con lo que había dicho a pesar de que no fue una tarea fácil. Me dirigí a una zona más céntrica ya que el departamento donde vivíamos estaba más cerca de las orillas de Maris, caminé por las calles en las que había más negocios y cuando comenzaba a creer que no encontraría nada vi un letrero en el ventanal de una pequeña pero bonita librería. Ingresé mirando el lugar, las estanterías, a pesar de ser pocas, estaban llenas de libros, sin dudas ese podría ser un buen lugar para distraer mi mente
