La decisión de trasladarse a territorios más fríos había sido acertada. Los tres dormían juntos en una pequeña cabaña de dos pisos que Anubis había mandado construir. A pesar de ser modesta, la cabaña resultaba acogedora, con una cama matrimonial en la habitación principal junto a una pequeña chimenea que permanecía encendida toda la noche. Una escalera de tronco grueso conducía a una sala de estar, donde un sofá cubierto con pieles de animales y otra chimenea más grande se convertían en el corazón del hogar. Una mesa detrás del sofá y una cocina al lado del comedor completaban el espacio, perfecto para un clima extremo.
Anubis pasaba la mayor parte del tiempo cerca de la chimenea con su hijo. Aunque él tenía frío, el bebé parecía estar a gusto, envuelto en ropa abrigadora y una manta cálida.
—Qué envidia —comentó Anubis, observando al pequeño que, al acercarse la hora de comer, abrió los ojos y miró a su madre.
—Oh, claro, mi pequeña alucinación del oasis, tú estás bien abrigadito y yo tengo que descubrirme para darte de comer —dijo Anubis, levantando su ropa y colocando al bebé dentro de ella, guiando su tetilla hacia los labios del pequeño mirando por el cuello de su camisa.
Cuando sintió que el bebé comenzaba a succionar, suspiró... su pecho se volvía más sensible cada día.
—¿Ya le estás dando de comer? —preguntó Simo al llegar, observando con atención mientras traía algunas presas para cocinar más tarde y más leña para la chimenea.
—Es la hora —respondió Anubis con una sonrisa, recostándose mejor en el sofá.
—Amamantar siempre me da frío. Cuando termine, ¿podrías calentarme un poco? —dijo Anubis, mirándolo con picardía—. No come mucho, así que puedes tomar la leche que deja.
Simo se sonrojó antes de sentarse a su lado y mirar a su hijo con un toque de impaciencia. Después de todo, Anubis le había prometido que una vez el bebé estuviera alimentado y dormido, sería su turno.
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Sakari
FanfictionDespués del Ragnarok Anubis dejo muy en claro que ese olor a muerte emanando del finlandés quería tenerlo a su lado por el resto de su eternidad. Nunca pensó que seria posible concebir una vida juntos