3. ESPERO QUE JESS VENGA.

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No te asustes.

Mantén la calma.

Posiblemente quedasteis aquí. Puede que...

No se me ocurren más excusas.

Pero ¿quedar aquí? ¿Eso no suena muy extraño?

- ¿Que haces hermanita? - dijo Kevin, uno de los gemelos, entrando en mi habitación - No es por nada, pero deberías vestirte.

- Gracias por el consejo - le contesté con sarcasmo - ahora te agradecería que salieras de mi habitación.

- Dos cosas más.

- ¿Sería mala hermana si te metiera la cabeza en la pared?

- Si y... eso no ha sonado bien - hizo una pausa - bueno mamá me a dicho que se va en 20 minutos y nosotros hoy nos vamos a casa de los abuelos.

- Vale, ¿y la otra?

- Se me ha olvidado - y se va.

- ¡Eres idiota! - grité desde la puerta de mi habitación.

- ¡Tengo buena maestra!

Cerré de un portazo y empecé a vestirme.

Odio quedarme sola en casa, pero no podía ir a casa de mis abuelos.

¿Por qué?

Digamos que ellos se han quedado en la década de cuando nacieron, y muchas (muchíííísimas) cosas de las que hago, no las ven bien.

Pero bueno, no todo sale como a la gente le gusta.

Cogí el teléfono y bajé al salón para ver la televisión.

Al rato de estar sentada recibí un mensaje de Jess.

Jess: Dime que puedes sacarme de aquí.

Reí. Sus padres la habían obligado a ir a ver a sus tíos. A ella y a sus hermanos.

Yo: Estoy sola en casa, piensa algo y ven.

Jess: gracias gracias gracias.

Yo: vamos date prisa.

Jess: pide pizza.

Deje el teléfono en la mesa y me levante a buscar el folleto con el número de la pizzería donde siempre pedíamos.

- Mierda, tendría que estar aquí - maldije buscando en una caja - a la próxima me voy a grabar el número.

¡Lo encontré!

Y llaman al timbre.

- ¡Ya voy! - grité mientras llamaba.

Abrí la puerta.

- Si que te das prisa si - era Jess.

- Necesitaba salir de allí... ¿ya has llamado?

- Si... una pizza grande... correcto... Vale... si, en media hora estaré en casa... adiós.

- Me tomaré eso como un "comeremos en media hora"

- Lo siento no encontraba el número, ahora lo guardo.

- No me puedo creer que aún no lo hayas guardado.

- Ni yo.

- ¿Quieres algo para beber? - me preguntó.

- No, no tengo sed.

Hace tanto tiempo que somos amigas que su casa era mía y la mía suya, así de simple.

Mi teléfono sonó.

Era Dylan, el otro gemelo.

- ¡Hermanita! Ya se que quería decirte - pues no, era Kevin.

- ¿Me lo vas a decir hoy o mañana?

- Hoy - hizo una pausa.

- Queda demostrado, hermanita - ahora si que era Dylan - que eres fea, gorda y estúpida.

- ¿A que viene eso?

- A que anoche no oímos los típicos "sshh, mi familia está durmiendo" ni "haz menos ruidos, como te vean me matarán"

- ¿Algo más? - no espere respuesta - adiós - colgué.

- ¿Quién era?

- Mis hermanos... Oye, aquí pasa algo extraño...

- Si no me lo cuentas no se fe que hablas...

- Anoche no volví a casa con ningún chico, los gemelos no me oyeron decirle nada a nadie, pero hoy por la mañana había un chico en mi cama... y la habitación olía extraño... pero mi madre entró y no olió nada...

- ¿A que exactamente?

- No lo se... Y las ventanas de mi habitación estaban abiertas, y yo siempre las cierro...

- Extraño...

Llamaron al timbre. Era el repartidor.

Pagamos, cogimos la pizza y nos sentamos en el sillón.

- Esta noche Kelsey también vendrá, hay que pasar a por ella - me informó Jess.

- Vale.

Seguimos comiendo sin decir nada.

Cuando terminamos hablamos de cosas sin importancia y vimos la televisión.

Al rato nos duchamos, maquillamos, peinamos y vestimos para salir.

- Vamos Ashley, date prisa.

- ¿Por qué siempre me metes prisas? ¿Has llamado al taxi?

- Si, ya está aquí.

Cerré todo y salimos de casa, para ir a la casa de Kelsey.

Bailando con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora