Culpa del destino

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Había pasado más de una semana y Atsushi continuaba empeorando. Había intentado mantenerse fuerte, pero fue en vano, de solo pensar que tendría que ver a Ryunosuke le provocaba náuseas. No obstante, ese día no podía faltar aunque quisiera, Ranpo tendría una presentación sobre superación personal en el club de Poe y prometió asistir.

Tomó una larga ducha caliente, había leído que tomar duchas con agua tibia o caliente ayudaban a relajarse y calmar la ansiedad. Sin embargo, no funcionó mucho.

Tanto su rostro como sus ojos estaban completamente hinchados de tanto llorar, por lo que tuvo que utilizar cucharas frías para bajar esas papas, de igual manera rebuscó entre su maquillaje, encontrando algunos correctores y bases que podrían servir para cubrir el desastre que era su cara.

Tras todo el ritual, tomó una leche en caja para el camino y se fue junto a su hermano.

Al llegar, todos lo miraban, seguramente su rostro era un desastre, a pesar de que lo había cubierto con el mayor maquillaje posible, no podía esconder los sentimientos que proliferaban en él.

— ¡Atsushi, viniste!— Ranpo, quien paseaba por el liceo repartiendo impresiones con noticias del foro, notó de lejos a su amigo, por lo que inmediatamente corrió a abrazarlo.— Estaba muy preocupado por ti...

— Gracias, Ranpo. Uhm, no puedo mentirte, no estoy bien, pero también debo ser responsable y cumplir con mis deberes.

— Ese es mi chico...oye, aprovechando que estás desocupado, ¿podrías ir a dejar estos folletos a la biblioteca?, llegó alguien nuevo...tal vez te guste~

— Lo dudo mucho...no estoy con los ánimos para socializar, además me veo del asco, de seguro termino espantando a la gente.

— Anda, no te cuesta nadaa, así te ocupas con algo mientras, y no piensas tanto en la situación con ese pejelagarto.— Atsushi soltó una risa debil y aceptó. Tomó la pila de papeles y se encaminó con ellos a la biblioteca.

El camino fue bastante complicado pues, eran tantos papeles que en cualquier momento se podrían caer. Además, a la gente no le importaba que fuera con ellos, no se movían de su lugar, por lo que Nakajima tuvo que jugar una especie de laberinto en zig-zag para llegar a su destino sin inconvenientes.

Al llegar, se acercó al estante de la encargada, entre medio de todos los papeles logró divisar una melena larga y anaranjada, por lo que asumió que era una mujer.

— Disculpe, uhm, señorita...vine a dejar estos folletos que....

— ¿Disculpa?, ¡¿A quién acabas de llamar señorita?!— aquella figura delicada, con pequeña cintura y bonitas curvas, se dió la vuelta, dejando a la vista a un chico de aproximadamente veintiún años.

— ¡L-Lo siento!, asumí que por su largo y c-color de cabello...usted era...

— ¿Una señorita?— Atsushi asintió avergonzado, evitando la mirada de aquellos ojos celestes.

— B-Bueno, yo solo venía a dejar eso...discúlpeme, m-me voy.— Atsushi estaba apresurado por retirarse, sin embargo, apenas dió un paso, su mundo dió vuelta y su vista se tornó nublosa. Tuvo que afirmarse de uno de los muebles, sino se derrumbaba ahí mismo.

— Oye chico, ¿estás bien?

— Si, solo es un pequeño m...— y el cuerpo de Atsushi se desplomó, por suerte el bibliotecario había alcanzado a reaccionar y logró tomarlo.

— Carajo, ¡llamen a la enfermera!

— Carajo, ¡llamen a la enfermera!

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Un beso de Judas [Shin Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora