Monterrey - México
—¿Ya tienes a Atlas contigo?— escuchó la pregunta de su hermana al otro lado del teléfono, así que respondió con un sonido nacido de su garganta mientras continuaba masticando un pedazo de su desayuno.
—Mamá lo trajo anoche— habló después de tragar —. Me dijo que tratara de llevarlo conmigo la próxima vez que viajara porque se deprime cada vez que pasa mucho tiempo sin verme.
—Ese perro es como tu hijo— dijo Ariana, a lo que Lauren sonrió —. ¿Qué tienes planeado para hoy?
—Nada— respondió de manera simple, recostándose en el sillón de la sala —. Sam va a acompañarme al hospital para ver a Daniela.
—¿Cómo que nada?— Lauren casi pudo imaginar a su hermana frunciendo el ceño —. Laur, es tu cumpleaños.
—Sí, pero éste año no estarás para obligarme a celebrarlo— respondió pretendiendo que sonara como una broma, sin embargo al escuchar el silencio tras su respuesta, se incorporó en el sillón —. Aria, puedes quedarte tranquila. No pasa nada.
—Me gustaría estar ahí— dijo la menor, y en el fondo se escucharon otro par de voces ajenas a su conversación. Estaba en su descanso entre escenas —. Ya sé que no te gusta celebrar tu cumpleaños, pero es importante. No lo dejes pasar así.
—Ya veré qué hacer— mintió. No había algo que odiara más que festejar su cumpleaños.
—Sí, voy en un minuto— dijo Ariana a alguien, separando brevemente el celular de su oído antes de regresarlo a su lugar —. Ya tengo que ir a cambio de vestuario, pero lo que dije fue en serio.
—Preocúpate por una cosa a la vez— le dijo Lauren viendo a su cachorro levantarse de su cama para caminar a sus pies en un bostezo.
—Te quiero, adiós.
—Yo también— y colgó. Dejó el celular de lado, inclinándose para pasar la mano entre las caídas orejas de Atlas, quien se sentó en el suelo inclinando sutilmente la cabeza al recibir atención —. No tarda en llegar. Intenta portarte bien, ¿entendiste?
Él no respondió, sacudiéndose cuando terminaron las caricias y vió a su dueña ponerse en pie.
Atlas era un cachorro dálmata de grandes orejas negras a pesar de tener poco más de cuatro meses. Tenía manchas esparcidas por su cuerpo y sus patas eran gigantes, y generalmente solía ser agradable, a menos que no te conociera. Lauren se puso en pie para levantar el plato sucio de la mesa, llevándolo al fregadero justo en el momento en que escuchó golpes en la puerta. Atlas dió un ladrido, trotando a la puerta con el collar rojo tintineándole en el cuello para asomar la nariz entre la rendija inferior hasta que Lauren abrió.
—Hola— sonrió al ver a la rubia del otro lado con sus usuales lentes oscuros, shorts y una sudadera corta.
—¿Escuché a un perro o fuiste tú la que ladró?— bromeó hasta que la corta trompa del dálmata se asomó por el costado de las piernas de Lauren, mirándola con la cabeza inclinada. Ésta última estuvo a punto de sujetarlo cuando Atlas dió un par de pasos al frente, creyendo que comenzaría a ladrar como loco, sin embargo se detuvo al notar que él no emitía un sonido y en cambio se dedicaba a olisquearle las piernas —. Ay, un pewito— Rivers se puso en cuclillas, pasándole los dedos entre las orejas.
—Creo que acabas de enamorar a Atlas— dijo Lauren soltando una risa. Samantha levantó los lentes a la parte superior de su cabeza, sonriendo mientras le rascaba el cuello —. No es así de amable con todos. Normalmente no le gusta la gente nueva.
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Fachada | Rivers GG
Fanfiction¿Hasta cuándo puedes fingir amor antes de que se vuelva real? Enamorarse frente a los ojos de todo el mundo nunca había sonado como una buena idea. «Deja que te muestre lo que se siente sentirse amada de verdad» ---------------- Samantha Rivera x L...