CAPITULO 8: ESCORPIO

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CAMINO ENTRE LAS SOMBRAS

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CAMINO ENTRE LAS SOMBRAS

"La venganza es un plato que se sirve frío."

-Proverbio Klingon

La habitación estaba sumida en una penumbra casi total, solo rota por el brillo intermitente de las pantallas de los ordenadores que parpadeaban como estrellas digitales en la oscuridad. Mateo, rodeado de un caos organizado de cables, luces LED y el zumbido constante de las máquinas, se sumergía profundamente en el inframundo digital de Medellín. Los teclados y ratones hacían eco en la sala, como si los mismos dispositivos estuvieran participando en la conspiración clandestina que se desarrollaba en ese preciso instante.

El aire estaba cargado de la energía inquietante de un hacker en acción, su voz resonando en el espacio como un susurro omnipresente. —¿Exactamente qué buscas, Mateo? —preguntó el hacker, con un tono neutral pero cargado de curiosidad, reflejando la naturaleza sombría de su oficio.

Mateo, con sus ojos oscuros y la mirada fija en las líneas de código que corrían por la pantalla, dejó que su voz se cargara de la determinación que lo había impulsado durante años. —A mi hermana, Lucía. La perdí hace años. Necesito encontrarla —respondió, su voz baja pero firme, como si cada palabra llevara el peso de su dolor y su esperanza.

El hacker, cuyo rostro apenas se perfilaba en la pantalla, asintió de forma casi imperceptible, entendiendo la seriedad de la misión. —Va a ser complicado, pero veré qué puedo hacer. —dijo, su tono frío como el metal, pero con un trasfondo de humanidad que emergía en su profesionalismo.

Mateo observaba ansioso la pantalla, donde las líneas de código danzaban como un misterio a punto de ser desvelado. La tensión se acumulaba en el aire, cada segundo en la red se sentía como una eternidad que devoraba su paciencia. De repente, una señal emergió, un rastro débil pero perceptible en el vasto mar de información digital. El latido de su corazón se aceleró, la posibilidad de encontrar a Lucía lo llenaba de una mezcla de esperanza y temor.

Pero justo en ese instante, su teléfono vibró, rompiendo la concentración que había alcanzado en la red. La transición abrupta del mundo digital al tangible lo sacudió. La voz del Gringo, rasposa y autoritaria, emergió del altavoz. —¿Dónde estás, Mateo? Se hace tarde. —La impaciencia en su tono no dejaba lugar a la negociación.

Mateo mantuvo la mirada fija en la pantalla, donde la información que tanto había buscado acababa de revelarse, sus dedos aún temblaban por la emoción contenida. —Estoy ocupado, hermano. ¿Puede esperar unos minutos más? —respondió, la urgencia en su voz era palpable, pero sabía que el Gringo no era alguien a quien se le hacía esperar.

El Gringo soltó una risa sarcástica, una que Mateo conocía demasiado bien. —Sabes que no nos pueden esperar. —La frase era una orden disfrazada de comentario, y Mateo lo entendió a la perfección.

Guardianes Zodiacales; Destino, El Despertar de los SignosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora