CAPITULO 20: RENACIMIENTO

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"Lo que no nos mata nos hace más fuertes."

— Friedrich Nietzsche

El viento gélido de Rusia lo había golpeado con brutalidad al llegar, pero Mateo no tenía tiempo para lamentarse ni prepararse mejor. Había llegado desde un clima templado, sin un abrigo adecuado ni ropa que lo protegiera del crudo invierno, y ahora, caminaba con la piel entumecida, sus músculos tensos por el esfuerzo de resistir el frío que se colaba sin misericordia a través de su delgada chaqueta.

Se detuvo frente a una taberna desgastada, cuyo cartel apenas visible parecía desintegrarse bajo las ráfagas de viento. Mateo sabía que lugares como ese atraían a aquellos que preferían operar al margen de la ley, personajes que podrían tener la información que necesitaba para seguir el rastro de su hermana.

Al abrir la puerta, un calor sofocante y el olor espeso de cigarrillos y alcohol lo envolvieron de inmediato, un contraste tan fuerte que por un momento apenas pudo respirar. Los murmullos se fueron apagando cuando los pocos presentes notaron su presencia. Mateo se adentró en el lugar, consciente de que su apariencia llamaba la atención: sin abrigo, con el rostro endurecido y una mirada intensa que parecía absorber las sombras del lugar. Las miradas recelosas lo recorrieron de arriba abajo, y algunos, con una mezcla de extrañeza y burla, intercambiaron comentarios en voz baja, observándolo como si fuera una anomalía.

—Mira a este, debe haber perdido el juicio para andar así en invierno —susurró uno de los hombres, sin molestarse en disimular el desprecio.

Otro soltó una risa seca, sus dientes manchados de nicotina asomando al reír—. O tal vez solo es un pobre diablo. ¿Qué te trae aquí, extranjero? —añadió, su tono desafiante.

Mateo dejó que las sombras comenzaran a envolverlo lentamente, alimentando la tensión en el ambiente. No respondió, limitándose a cruzar el espacio entre las mesas y dirigir su mirada gélida hacia el tabernero, que lo observaba con una mezcla de desdén y curiosidad, como si estuviera evaluando si debía tomarlo en serio o no. Mateo sintió cómo la energía oscura de su signo zodiacal cobraba vida, intensificando su presencia de una manera casi imperceptible, pero suficiente para hacer dudar a cualquiera que lo enfrentara.

—Vodka —ordenó con un tono bajo y preciso, manteniendo la mirada en el tabernero.

El tabernero, con los ojos entrecerrados, deslizó un vaso hacia él, pero no pudo evitar una sonrisa burlona al notar su ropa inadecuada.

—¿No tienes frío? No pareces de por aquí... ni tienes pinta de alguien que debería andar buscando problemas.

Mateo tomó el vaso, bebió un sorbo y, sin apartar la mirada del hombre, dejó el vaso en la barra con un golpe suave pero firme. Hizo una pausa, dejando que el silencio se espesara, antes de soltar las palabras con la frialdad de una cuchilla.

—Estoy buscando a alguien que sabe de la red de trata de personas en esta ciudad. No tengo tiempo para rodeos.

Las palabras resonaron en el ambiente cargado de humo, y los murmullos en el bar se apagaron al instante. Algunos hombres lo observaron con incredulidad y desconfianza; otros parecían entretenidos, como si esperaran ver hasta dónde llegaría aquel extraño que parecía no medir las consecuencias. Mateo se mantenía impasible, pero dentro de él sentía la energía de las sombras arremolinarse, preparándose para actuar si alguien intentaba oponerse.

Uno de los hombres, el más corpulento y con una cicatriz que le cruzaba el rostro, se levantó lentamente, sus ojos inyectados de desprecio mientras evaluaba a Mateo.

Guardianes Zodiacales; Destino, El Despertar de los SignosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora