Guardianes zodiacales es una saga de fantasía que explora el mundo real en la transición a la verdad sobre el origen del universo y la magia. En esta primera parte, conocemos 12 protagonistas que representan cada uno a su signo zodiacal y quienes ha...
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VIVIENDO CON EL ENEMIGO
"La verdad es como un león. No tienes que defenderlo. Deja que se libere y se defenderá solo."
- San Agustín
El sol se ocultaba en el horizonte, bañando el circo con una luz dorada que parecía transformar cada carpa y estructura en un lienzo vibrante. Gabriel, con su cabello revuelto y su sonrisa siempre lista para desarmar cualquier preocupación, se preparaba para otro emocionante día bajo la carpa. Su atuendo de acróbata, una explosión de colores vibrantes que parecían reflejar su espíritu aventurero, destacaba en medio del bullicio del espectáculo.
El Circo dell'Avventura, que tenía su hogar principal en la histórica Florencia, era más que un simple espectáculo itinerante; era un legado. La majestuosa Piazza della Signoria, con sus edificios históricos y esculturas icónicas, se convertía en el telón de fondo perfecto para el circo, añadiendo un aire de grandeza a cada actuación. Gabriel, sin embargo, veía el circo como mucho más que un legado familiar; para él, era un puente hacia la libertad, una oportunidad de explorar el mundo, de perderse en nuevas historias y culturas con cada gira.
Mientras ajustaba las correas y revisaba su equipo con una mezcla de meticulosidad y despreocupación, su mente divagaba hacia pensamientos filosóficos. —La vida es como esta cuerda floja... un equilibrio entre el riesgo y la recompensa. Pero, ¿realmente estoy aprovechando cada momento? —pensaba, con esa curiosidad insaciable que siempre lo empujaba a explorar más allá de los límites conocidos.
Sin embargo, su enfoque hacia las responsabilidades diarias solía ser más relajado de lo que a sus padres les hubiera gustado. Mientras él se perdía en sus pensamientos y en las aventuras que imaginaba en su mente, el resto del circo se apresuraba para prepararse para el espectáculo. De vez en cuando, alguien le recordaba sus deberes, y aunque Gabriel siempre respondía con una sonrisa deslumbrante y un guiño, sabía que su confianza en sí mismo rozaba la imprudencia. —Todo saldrá bien... siempre lo hace —se decía, restándole importancia a los posibles problemas.
La noche envolvía el circo en una penumbra mágica mientras Gabriel se elevaba sobre la cuerda floja, danzando entre la vida y la muerte. Volaba sobre la cuerda con una destreza que parecía desafiar las leyes de la física, ejecutando saltos y giros imposibles mientras el público contenía la respiración. Cada movimiento suyo era una declaración de dominio absoluto sobre la gravedad, una celebración del riesgo, del aquí y ahora.
Pero el destino tenía otros planes. Las luces, que debían realzar su actuación, parpadearon en un momento inoportuno. La cuerda floja tembló bajo sus pies, y Gabriel sintió el vértigo del peligro como un puñal en el estómago. —¡Esto no puede estar pasando! —fue su primer pensamiento, mientras luchaba contra el abismo que lo llamaba. El tiempo se congeló, y por un instante, Gabriel se preguntó si ese sería su último acto.
