Se despertó tarde por la noche, con un dolor en el pecho que la hacía desesperar.
"Me amas, y yo a ti.Pero no soy quién te tenga."
Había vuelto a escuchar su voz..
Recordar su cuerpo definido, y su melena rubia.
Sus ojos azules le hicieron agarrarse de los pelos.
Se fijo en su esposo, un hijo de Zeus.. Solo era su esposo.
Y ella no era más que su mujer.Entre lágrimas, trato de tragar saliva, pero el dolor era demasiado fuerte para hacerlo.
Levantándose y asegurándose de que no despertaba a nadie más, se dirigió hacia el balcón.
Sus pasos eran débiles, tambaleantes, mientras que su corazón seguía luchando.Finalmente, cayó de rodillas justo antes de saltar.
Sabía que no había alguna manera de dejar de sentir el grave amor que le tenía a aquel héroe griego muerto en batalla.
Odiaba darle la razón, odiaba enfrentarse cara a cara con el "Te lo dije" de su madre.
Tal vez deberia haber dejado que Aquiles la hiciera su amante, pero tanto él como ella sabía que nunca estaría preparada.Una de sus frases más típicas, era aquella que le aseguraba que alguien más la ganaría, la tendría.
Que no sería ninguno de esos bastardos de Zeus.Le encantaría creer en aquellas palabras, pero su dolor cegaba sus decisiones y se terminó casando con otro de los hijos de Zeus años más tarde.
Esta vez no fue por obligación, si no para salvarlo de burlas que no se merecía.Al mirarse en el reflejo de un cristal, solo pudo ver la sincera imagen de ella repitiendo la escena con su primer, y obligado, esposo.
No amando con quién compartía cama.
Permaneciendo casta para aquel que la pudiera ganar.Haciendo caso a un amor muerto, haciendo caso a alguien que amo demasiado...
Haciendo caso a un hombre que cuando necesitaba de su valentía, solo le regalo su cobardía.