Capítulo 25

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—No pienso abrirte la puerta, hoy dormirás en el sofá por atrevido.

—Liooo... —Guillermo apoyó la mejilla de la puerta, esperando unos segundos antes de sentarse a un lado de la puerta—. Perdón por haber dicho eso. Sé que no debería jugar con mi salud y estoy arrepentido.

—¿... De verdad estás arrepentido? —Preguntó el omega, por el sonido parecía que estaba hablando en puchero y podía imaginarse sus cejas fruncidas.

—... En realidad no. —Respondió sinceramente, escuchándolo resoplar—. Es que 𝐿𝑖𝑜𝑛𝑒𝑙, debes entenderme... Te amo y quiero darte todo lo que desees. Y si fuera por mí te haría el amor todos los días y todas las noches y te anudaría-

—Que te dé un infarto por anudarme no es algo que quiera—Bufó, por la cercanía con la que se escuchaba su voz sabía que que estaba sentado en el suelo del otro lado—. Además, es por algo médico, Guillermo, no porque no quiera.

—Entonces, ¿Podría usarlo en ti?

—... ¿El qué?

—El 𝑑𝑖𝑙𝑑𝑜.

—¿Tanto quieres ver cómo tomó un nudo? —Guillermo no respondió, limpiándose la saliva de la comisura de los labios porque ni siquiera debía preguntarlo, la respuesta era obviamente sí.

—Y quiero hacer otras cosas, Lio, la penetración es un 𝑛𝑜-𝑛𝑜, pero tengo dedos y una boca—Razonó, escuchando como el mayor abría la puerta de su habitación y asomaba su rostro sonrojado—. ¿Eso significa que puedo?

—Pero no vas a tocarme.

—¡Eso es como mostrarle un vaso de agua a alguien que está sediento en el desierto y luego derramarlo en la arena!

—Lo tomas o lo dejas, si me tocas puede hacer que tu lobo reaccione—Guillermo murmuró algo entre dientes pero asintió—, 𝑠𝑒𝑛𝑡𝑎𝑑𝑖𝑡𝑜 𝑦 𝑐𝑎𝑙𝑙𝑎𝑑𝑖𝑡𝑜, ¿Sí?

Lionel lo hizo sentar frente a la cama, Guillermo se mordió los labios y posó sus manos sobre sus rodillas. La sola idea de ver al omega usando aquél consolador ya lo tenían duro, así que no había mucho que hacer.

—¿Al menos puedo tocarme?

—No creo que haya problema—Le vio acercarse a la gaveta y sacar su dildo de un bonito color rosa pastel, era mucho más pequeño de lo que él era, por lo que eso lo hizo sonreír divertido.

Un pedazo de plástico no podía compararse con él, pero bueno, quizás luego podía regalarle uno más parecido a su tamaño. El omega tomó una botella que parecía ser lubricante y que desprendía un aroma dulce.

>>Lio... —El omega se sentó frente a él, con las piernas juntas—. Prometo que no me moveré de aquí.

—¿Realmente quieres verme usar esto? —Guillermo asintió repetidas veces, con la mirada casi desorbitada, borracho en las feromonas que Lionel estaba liberando.

El omega le observó con los ojos brillosos, antes de comenzar a deslizar sus manos por su pecho, su abdomen y hasta rozar su entrepierna, su erección comenzando a hincharse. Guillermo trago duro, sintiendo las gotas de sudor deslizándose por su rostro al escuchar los suspiros que abandonaban sus labios.

Lionel deslizó su camisa fuera de su cuerpo, mostrando su pecho pálido y sus botones rosas. Guillermo gruñó audiblemente cuando el omega pellizco uno, logrando que este se volviera rojo, sin dejar de masajear su erección.

La mano del alfa encontró camino hasta sus propios pantalones de pijama, imitando los movimientos del omega.

—𝐿𝑖𝑜... —Lionel gimió en respuesta, cerrando los ojos y continuando con sus caricias hasta detenerse repentinamente, abriendo los ojos y viéndolo directamente, esbozando una sonrisa leve se levantó y bajó sus pantalones junto a su ropa interior.

RUMORES [𝐀𝐃𝐀𝐏𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍/𝐌𝐄𝐂𝐇𝐎𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora