Capítulo 26

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—¿Cómo se siente, señor Messi? —Lionel parpadeó lentamente, acostumbrándose poco a poco a la luz blanca que le daba directo—. ¿Algún mareo? ¿Náuseas? ¿Le duele algo?

—¿... Donde estoy?

—Esa no es una respuesta, señor Messi.

—Yo... —El joven médico, tras sus gafas redondas simplemente hizo un mohín, arrimando una silla para ocuparla y comenzar a llenar un área del folder con un bolígrafo de tinta azul—, estoy mareado...

—Es de esperarse. Está en el hospital Medica Sur, soy el doctor Hirving Lozano —El omega palideció en ese momento, intentando levantarse rápidamente, sólo para ser detenido por el médico—. Oh, no, no, no le recomiendo eso.

—H-Había un hombre siguiéndome—Balbuceo, sus cejas arqueadas—, ¡E-El! ¡L-Las escaleras-!

—Está bien, señor Messi—El doctor le tomó de los hombros, liberando feromonas con un aroma dulce que lo adormercieron—. Ya pasó, le prometo que esta a salvo. Su familia se hizo cargo y dentro de poco un oficial vendrá a tomar su declaración, ¿De acuerdo?

—P-pero... —La expresión de Lionel se torció por el dolor, tomándose el brazo y notando con sorpresa el yeso en este—. ¿Qué me pasó?

—Cayó por las escaleras, señor Messi—El rostro del omega palideció—, por suerte el único daño grave fue su brazo, sólo deberá usar esto por unas semanas. Y digo por suerte porque un golpe en la cabeza hubiese sido mucho más grave desde esa altura. Sin embargo, mi preocupación es por otra cosa—Los ojos café del médico le observaron con curiosidad—. Señor Messi, ¿Tiene un hijo, verdad?

—... S-Si.

—Bien, sus padres pidieron que se realizarán todos los exámenes para verificar que todo estuviese bien, sin embargo, por los resultados en estos desastrosos exámenes, me deja ver que recibió una dosis de supresores. —Movió las hojas antes de verlo—. Los más fuertes, probablemente porque su celo regresó.

—... Sí.

—¿Y por qué no está tomando anticonceptivos o inhibidores? —Cuestionó con un mohín—. ¿El médico nunca le indicó que debía hacer eso luego de aplicar ese supresor?

—... ¿Qué?

—Diosa, ¿Por qué nadie les dice estás cosas a los omegas? —El médico chasqueo la lengua, negando para sí mismo—. Tus hormonas están como locas, de seguir así entrarás en un terrible celo no verbal que no podremos parar con nada.

—Soy infértil. —Le explicó casi sin voz, no quería escuchar la negativa, no quería emocionarse y luego deprimirse por ello.

Simplemente no.

—No lo eres—Le aseguró, frunciendo el ceño—. Tu caso es más común de lo que crees, los omegas se toman ese supresor de emergencia, reciben una carga monumental de hormonas, tienen un celo suprimido y luego piensan que algo está mal con ellos.

—No, soy infértil porque tuve daños en la zona pélvica en un incidente-

—Tu celo llegará en dos semanas más, ¿Cómo que no? —Lionel se mordió los labios y negó, sintiendo sus labios temblar y sus ojos humedecer—. Hice los exámenes y soy médico de omegas, peor aún, también soy un omega. Sé de lo que te estoy hablando.

—Yo...

—El punto es que eres un desastre hormonal, no tienes una marca y tu presión está alta. Que caos. No olvidemos que ahora tienes un brazo enyesado—Lionel bajó la mirada hasta su regazo—. Te recetare los anticonceptivos, pero-

RUMORES [𝐀𝐃𝐀𝐏𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍/𝐌𝐄𝐂𝐇𝐎𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora