Capítulo 8

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—¿Qué? —Lionel bajó la mirada, mordiéndose los labios—. ¿P-Por qué? ¿Fue algo que dije? ¿Dije algo que no debía estando borracho?

—No, no...—El omega soltó un suspiro y se restregó el rostro, lucía realmente mortificado por algo y Guillermo realmente quería preguntar porqué. Hace dos días había estado bien, entonces, ¿Qué tanto había pasado?—. Recuerda que le había comentado el tema de mis suegros, ¿No es así?

—¿Tiene algo que ver con ellos, entonces? —Cuestionó preocupado, sería capaz de despedirlos a todos si eso significaba que Lionel seguiría trabajando junto a él—. ¿No es por los rumores o por mí?

—No, Guillermo, claro que no. Me demandaron, será difícil balancear el trabajo y el proceso de la demanda, además realmente no deseo que causen una escena aquí.

—¿Es inmediata?

—No, ya lo hablé con el presidente, la primera audiencia es la próxima semana, por lo que terminaré de organizar todo y conseguir un reemplazo 𝑎𝑑𝑒𝑐𝑢𝑎𝑑𝑜 antes de eso.

—Ya veo.

—Realmente me hubiese gustado seguir trabajando con usted, pero la situación lo amerita. —Una sonrisa triste zurcó sus labios—. Lo siento.

—No, lo entiendo, si necesitas ayuda no dudes en pedírmela, ¿De acuerdo?—Lionel sonrió una última vez, colocando el sobre encima de su escritorio y saliendo de su oficina. Guillermo lo tomó, observándolo con el ceño fruncido.

Estaba molesto, no con Lionel por supuesto, sino por saber que volvería a su caótica rutina de tener secretarias que cambiarían en menos de un mes.

Apoyó su rostro en la palma de su mano, leyendo la carta de renuncia con las cejas caídas, no se suponía que las cosas terminarían así. La puerta se abrió y alzó la mirada cuando alguien colocó un café frente a él, agradeció en voz baja y notó como Lionel posaba otro paquete frente a él.

>> ¿Qué es?

—¿Por qué no la abre?

Guillermo soltó el papel y tomó el paquete, observando sorprendido el pequeño arbusto con hermosas flores dentro de la gelatina, eran miosotas, con sus respectivas hojas. Alzó la mirada y encontró una sonrisa en los labios de Lionel.

—Como solo estaré una semana más—Sonrió de aquella forma que se le achinaban las esquinas de los ojos haciéndolo lucir adorable—, podemos cambiar el acompañante del café, ¿No lo cree?

—Sí...

—Bueno, volveré a mi escritorio. Debo revisar currículos porque cierta persona nunca lo hace—Suspiro.

—Solo tengo una petición, ya que vas a escogerlo tú. —le pidió, viéndolo fruncir el ceño ligeramente.

—Por supuesto, lo escucho.

—No me importa su casta, sólo... que no sea otro hombre. —El rostro del secretario se transformó por la duda, pero asintió antes de finalmente dejarlo solo. Se comió la gelatina mientras buscaba algo en su ordenador, su sabor estaba bien, no era nada especial, pero tenía una bonita presentación.

La razón por la que no quería otro hombre era porque sabía que no podría reemplazar a Lionel, era el único secretario que tenía y sería el único que tendría. Aunque eso era extraño, pero así lo prefería.

Quizás... ¿Andrés tenía razón? Soltó una risita para sí mismo al sacudir la cabeza, claro que no. Estaba confundiendo todo, Lionel le había hecho adorar su trabajo, era de esperar que le molestara que se fuera.

Claro que sí, completamente normal.

Por lo que esa tarde, cuando le dijo a Andrés que fuera a verlo, lo primero que hizo al verlo fue contarle todo como si vomitara las palabras, su amigo, que ni se había quitado los zapatos en la entrada de su casa, solo se palmeó la frente. Sabía que Guillermo era lento, pero esta vez se estaba pasando.

RUMORES [𝐀𝐃𝐀𝐏𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍/𝐌𝐄𝐂𝐇𝐎𝐀]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora