El legado de Poniente

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La guerra en Poniente había estallado súbitamente, como un rayo en un cielo despejado. La muerte del Guardián del Norte y su heredero no había sido el inicio de este conflicto, sino aquella carta que recibió Lord Arryn. El rey, en un arrebato de desesperación, había ordenado la ejecución de sus dos antiguos pupilos, a quienes amaba como si fueran sus propios hijos.

Tyla intentó frenar al rey ante tal locura, pero solo recibió insultos y golpes, un precio doloroso por su lealtad. Fue confinada a sus aposentos junto a sus pequeños. Los días pasaron, y la incertidumbre reinaba en su corazón; no sabía qué sucedía en Poniente.

Observaba a su pequeño hijo jugar sobre la cama con un dragón de madera, mientras que sus otros dos bebés dormían plácidamente, ajenos al caos que se desataba fuera de aquellas paredes.

Unos golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos. Al pensar que era la hora de la comida, ordenó a la persona del otro lado que entrara. La sorpresa la invadió al ver que era su hermano Jaime.

—¿Qué haces aquí? —susurró Tyla, acercándose a él con cautela—. Si el rey se entera de que estás aquí, puede matarte.

—El rey está en el salón del trono y no se enterará —dijo Jaime, mirando a sus sobrinos—. Tenemos que irnos de aquí, Tyla.

—¿Qué? Por supuesto que no. Este es el hogar de mis hijos, además el rey... —Jaime interrumpió a su hermana.

—El rey va a matarnos a todos si pierde la guerra contra los rebeldes —Tyla miró a Jaime, confundida.

—¿Guerra? —preguntó ella, la voz temblorosa.

—Robert Baratheon ha iniciado una rebelión contra la corona.

Las palabras de Jaime resonaron en su mente como un eco aterrador. Rhaegar se había enamorado de Lyanna, y ahora todo se desmoronaba. Jamás imaginó que uno de sus mejores amigos desataría una guerra por amor. Pero lo que sabía con certeza era que esto no acabaría bien.

—Rhaegar será la perdición de esta familia —dijo Tyla, mientras Jaime se quedaba atónito ante sus palabras.

Se alejó de él y caminó hacia el balcón de su aposento, mirando la ciudad que había sido el hogar de los Targaryen durante generaciones.

—No puedo permitir que Rhaegar se convierta en rey —se dio la vuelta y miró a su hermano—. Quiero saber toda mala noticia sobre el príncipe.

—No sabemos nada de él, Tyla —respondió Jaime.

—Mi hijo, mi Jahaerys, merece el trono. Debemos hacer que Viserys desherede a Rhaegar.

Jaime la miró, sorprendido, pero entendía que era su instinto maternal lo que la llevaba a tomar decisiones tan arriesgadas. Quería proteger a sus hijos, y eso significaba asegurar el trono para ellos.

—Mis hijos y los de Elia son el futuro de esta casa. No podemos dejar que Rhaegar llegue al trono y arruine todo un legado solo por su capricho.

—¿Cuál capricho? —preguntó Jaime, y Tyla supo que no debió haber expresado eso.

—Cuéntame, ¿qué está pasando en Westeros?

Jaime la miró a los ojos, comprendiendo que no quería responderle.

—Robert ganó la batalla en Puerto Gaviota, y las casas ya han tomado bando.

—Tenemos que actuar rápido. Conociendo al rey, no hará nada ante los rebeldes.

—El rey cree que Rhaegar lo hizo todo a propósito para quitarle su trono —dijo Jaime, mientras Tyla rodaba los ojos.

—Envía una carta a Rhaegar y dile que venga a verme —Tyla se volvió hacia su habitación.

The Lion's Promise||Juego de Tronos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora