Entrada #21

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Una de las pocas ventajas de estar viviendo en la casa de quien, tal vez, sería algún día considerada como su cuñada, era que Carry se había llevado a Bill a la universidad, para luego dejar a Verina en el trabajo y ella ir al propio, dejando la casa sola para el moreno.

Era extraño tener que cocinarse en una estufa que ni siquiera conocía, más lo había hecho porque quería ir a la tienda de cómics donde trabajaba su amigo después de desayunar.

Tom no quiso quedarse en la casa de las chicas mucho tiempo, pues aun tenía que resolver algunos asuntos con Heidi, así como hablar con Andreas y contarle
absolutamente todo lo que había pasado durante esas horas.

En parte, el artista estaba feliz de que, gracias a las diferencias de edades, Bill estaba metido en la facultad la mayoría del día, por lo cual el mayor no tendría que meterlo en sus problemáticos asuntos.

En cuanto a su propio trabajo, se había levantado aquella mañana del lunes con pesadez, extrañado de no haber oído esa molesta alarma que tenía en su celular, extrañado, había tomado su IPhone para ver la hora y querer correr para luego disculparse con su socio de la galería, Dave. Fue entonces cuando vio una nota de Bill, diciéndole que había llamado a la galería para que no fuera ese día, pues
necesitaba descansar. Por ese tipo de detalles, Tom lo amaba tanto.

El de trenzas sonrió, recordando a ese hombre precioso que le hacía el dolor menos dominante, aumentó la velocidad de su auto, suspirando mientras se escurría por las calles de Berlin...


«¿Qué te trae a mis dominios, amigo mío?

«Se acabó con Heidi» el rubio quitó su sonrisa casi al instante, dejando el cómic de Los 4 Fantásticos que estaba leyendo y rodeando el mostrador para encontrarse con su amigo.

«¿Cómo que se acabó?

«Sí, ella... Nos vio y... Y casi mata a Bill» se encogió de hombros, Andreas
alzó la mirada sobre su hombro, pues un muchacho con auriculares se encontraba
hojeando los cómics de un estante al fondo.

«Ven» susurró, caminando con su amigo al mostrador, lo dejó pasar por su
lado, extendiéndole una silla negra que estaba recargada en una esquina.

Andreas se sentó en una similar, con el respaldo de frente para poder recargar sus brazos.

«¿Cuándo?

«Ayer, pero empezó el sábado, cuando fui a dejar a Leni con su amiguita, Bill llegó a la casa como a las doce del día, me dijo que Georg había ido a un curso extraescolar y que no iba a llegar hasta en la noche, le dije que se quedara conmigo, que Heidi no llegaba hasta el lunes en la tarde, dijo que no pero luego que sí, fuimos con su hermana para que nos cubriera, llegamos a la casa, discutimos, nos perdonamos, me dejé penetrar, despertamos, fuimos a desayunar y... Luego llegó ella» Andreas tenía una mueca que, si Tom no hubiera estado tan deprimido, seguramente se hubiera echado a reír: tenía la
boca torcida de un lado y las cejas fruncidas.

«¿Te dejaste dar?» Tom se estiró de su silla para golpear en el hombro a Andreas «¡Oye!

«No estás ayudando, Andy.» Gruñó el hombre, escuchando la campanita de la tienda sonar.

El rubio alzó la mirada superficialmente, viendo entrar a dos chicas góticas para luego volver la vista a su amigo.

«¿Y como que lo quiso matar?» Murmuró, viendo fijamente a Tom.

«Sí, ella... Literalmente se abalanzó encima de Bill, tuvimos que contenerla.

«Y supongo que ahora estás escondiéndote de Georg» el moreno negó, viendo a las dos chicas parlotear realmente animadas en la sección de manga.

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